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JULIO LÓPEZ PELÁEZ | EXPROFESOR DEL COLEGIO SAN FERNANDO

El hijo del fogonero sigue la marcha

El popular docente gobierna su tiempo, escribe, investiga y no pierde las raíces

Julio López Peláez, ayer, delante del lugar donde estuvo su primera vivienda, en la calle La Estación. MARÍA FUENTES

Julio López Peláez es de Sabugo de toda la vida. Lo dice él mismo en sabuguero puro: "De la calle d'Alante". La d'Alante es la que ahora se llama de La Estación: la vía principal del antiguo barrio de pescadores de Avilés. "Pero mi padre era fogonero, en Ferrocarriles del Norte", explica en la terraza de un bar, a la vuelta, justamente, de su primer domicilio. "En casa había un pescador. Se llamaba Tazón. Murió en la galerna de 1961. Por entonces, casi todos se habían ido al Nodo", recuerda el exprofesor del colegio San Fernando. Eso -profesor- también lo es de toda la vida. "Te venían vecinos a casa cuando tenía 16 o 17 años", continúa. Este mismo viernes cumplió los 69. Se jubiló de la enseñanza en 2015. Es un veterano en las aulas y, ahora, dueño de su propio tiempo: "Es la ventaja".

No se ha puesto a contar los alumnos a los que dio clase en su vida "porque es imposible alcanzar un resultado verdadero". De lo que sí tiene certeza es de que "son un montón y de que están en todas partes". Mientras conversa con LA NUEVA ESPAÑA saluda a este, a aquel... todo el mundo conoce a López Peláez. Porque es un poco como el perejil: imprescindible en todas las salsas. "Me gusta colaborar con los amigos: escribo algún artículo, doy alguna conferencia...", recuenta. Precisamente, el viernes pasado participó en la presentación del número 123.º de la revista "El Bollo". Escribe en ella de la historia de la fábrica de camisas Camino, la del barrio del Carbayedo, que es su segunda "patria" avilesina. La tercera está a mitad de camino entre la una y la otra: Cabruñana, donde vive ahora. López Peláez es tan de Avilés que se salta las fronteras de los barrios sin salvoconducto.

Todo empezó, pues, un 12 de abril de 1950. "No había llegado ni Ensidesa", subraya. Hay otras cosas que subraya también cuando le toca hablar de sus primeros días en el mundo. Por ejemplo, que el juez José Antonio Malgor fue el que le inscribió en el Registro Civil. Malgor es importante en la historia avilesina de aquellos entonces medioseculares: era escritor, articulista; firmaba como "Jack", que es un pseudónimo de relumbrón. Lo otro que subraya es que quien le bautizó fue don Mateo Valdueza, el histórico cura de Sabugo, otra señal más de la profundidad de sus raíces sabugueras.

Enrique López, pues, viudo de su primera mujer y con un hijo en período de crianza (el hermano mayor de López Peláez), pide el traslado de Monforte de Lemos y le toca Avilés. Bueno, en realidad, San Juan de Nieva. En Asturias se planta el gallego y aquí es donde conoció a Matilde Peláez, que era de Salinas, que vivía con su madre -la abuela del exprofesor- y también con un obrero de la Real Compañía Asturiana de Minas.

Los padres se casaron y se establecieron en la calle de La Estación número 13. "Ahora hay un bar", cuenta López Peláez. El juego arquitectónico tradicional del antiguo barrio de pescadores se perdió hace casi cuatro décadas. "Sólo quedan un par de arcos, como para que te hagas una idea de cómo era todo", añade.

Para ser profesor es preciso aprender. Y López Peláez empezó a hacerlo en las aulas del Santo Ángel de la Guarda. Entonces, cuando era un guaje, estaba en el palacio de Maqua, que, no a mucho tardar, el Ayuntamiento de Avilés va a empezar a reformar. "Mira, jugábamos justo donde vivo ahora", recalca. "Cuando te empezaban a crecer pelos en las piernas, tenías que dejar el colegio: era de niñas", añade. Así fue cómo entró en el colegio San Fernando, en su sede genuina, la del palacete de La Magdalena. Estuvo allí entre 1958 y 1967. Este año último, cuando terminó el Bachillerato, fue el de las bodas de plata del centro al que López Peláez iba a estar vinculado hasta hace nada, hasta el año 2015, cuando pasó a la reserva, a la jubilación jubilosa.

Se licenció en Geológicas. "Era un estudiante normal, psé... En Bachillerato no, eso se me dio mejor", se reconforta. Iba y venía de Avilés a Oviedo y de Oviedo a Avilés. "Me sacaba un dinero dando clase", dice. Llegó la mili. La hizo entre El Ferrol y Valladolid, en el Regimiento Acorazado de Caballería "Farnesio", como el héroe barroco. "Cuando murió Franco, yo estaba de permiso en Avilés. Esperaba que me llamaran para volver al cuartel, pero no lo hicieron", se ríe.

Al terminar la mili, el antiguo Jefe de Estudios del San Fernando, Julio López González, le llamó: había una vacante en el departamento de Ciencias. "La cogí". Empezó a dar clase en 1977 y siguió haciéndolo 38 años más. "Aparte de Ciencias había que dar Física, Química, de todo. Además, me metí con las actividades extraescolares, con los deportes... En 2010, me pidieron que coordinase el Bachillerato Internacional. Empezamos entonces y ahora todo es Bachillerato Internacional", cuenta López Peláez, querido y respetado por sus alumnos durante décadas. Muchos se lo dicen a diario.

En 1978, se casó con Chelo Sánchez. Como era profesor del Sanfer, la boda se celebró en la capilla del colegio. En 1980, tuvieron a Jorge. "Enseñar es la profesión más gratificante de todas", admite. Y admite también que sufre el mal de Dorian Gray, pero al revés. "Según pasa el tiempo te vas haciendo cada vez más viejo, mientras que tus alumnos continúan teniendo la misma edad. Pero bueno, me ha servido para seguir al día", sonríe. López Peláez, de Sabugo de toda la vida, se fotografía delante de donde estaba su casa. Eso sí que ha cambiado. Él sigue como siempre: al pie del cañón.

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