El paso de Jesús Cautivo, primorosamente adornado con ramos de claveles rojos y azucenas del mismo color, ya estaba debidamente alineado frente a la puerta principal de la iglesia de San Antonio de Padua desde horas antes del momento fijado para el inicio de la procesión a la que da nombre. Pero la tarde casi invernal con la que ayer sorprendió el siempre caprichoso mes de abril -con desplome térmico y una alta probabilidad de precipitaciones al anochecer- aconsejó que el nazareno no cruzase el umbral, que se quedara "cautivo" en su templo esperando años más favorables para procesionar.

El angustiado semblante de la talla -representativa de Jesucristo prendido y llevado a rendir cuentas ante la autoridad terrena- miraba hacia el portón de la iglesia como ansiando el momento de que se abriera para iniciar la marcha procesional que cada Lunes Santo le lleva por las calles del casco histórico de Avilés al ritmo de su banda de tambores. No fue posible, para frustración de las decenas de personas que esperaban en las inmediaciones del templo pertrechadas con paraguas por lo que pudiera pasar.

El hermano mayor de la Cofradía de Nuestro Padre Jesús de la Esperanza, Rufino Arrojo, deliberó con miembros de la junta directiva sobre si salir en procesión o suspender la actividad y la conclusión fue unánime: quedarse en casa a la vista de que las nubes iban y venían y con ellas los aguaceros. Media hora antes de las 20.45, la hora fijada para el inicio de la procesión, Arrojo tomó el micrófono y con voz grave comunicó a los cofrades que "paraban máquinas". El hermano mayor remató su alocución con un afligido "lo siento" reflejo del estado de ánimo general.

"Otro año será", se consoló una cofrade. "Ojalá el resto de procesiones tengan más suerte", deseó otra penitente en un gesto de generosidad. Como alternativa a la suspensión de la procesión la cofradía improvisó un rezo del Credo seguido de la lectura del Evangelio en el pasaje referido al prendimiento de Jesucristo por parte de policía del Sanedrín y su posterior conducción a las instancias encargadas de su enjuiciamiento.

Uno de los portadores del paso. Manuel Ángel Menéndez, "Luco", se quedó con las ganas de ahondar en la búsqueda de su fe, la razón que según explicó le convirtió en cofrade. El metalúrgico Ángel Jiménez Rodríguez, también portador del cautivo, comparte sentimientos con su compañero de cuadrilla y se enorgullece de colaborar "en este ejercicio de catequesis activa que es la salida en procesión de Nuestro Señor".

Ambos se quedaron este año con las ganas de mirar a los ojos de quienes acuden a ver la procesión y comprobar que, creyentes o no, "algo se remueve en sus interiores al paso de la imagen". Para Jiménez, antiguo catequista, "no todo está perdido para la Iglesia por más que se insista en la idea de que la gente se aleja de la religiosidad; los sentimientos que salen a flor de piel en la Semana Santa contradicen esa creencia".

La novata en cuestiones procesionales Rocío López Mora -fichada hace meses como refuerzo para la banda de tambores por el Hermano Mayor y ya convertida en su directora de la misma- se quedó con la miel en los labios. Tras la "buena experiencia" de haber acompañado el paso festivo y luminoso de La Borriquilla el día de Ramos, ayer esperaba probar la sensación de marcar el paso de una marcha nocturna y bastante más lúgubre. Tampoco pudo ser.

La gran familia de la Cofradía de la Esperanza ni sacó de las fundas protectoras los hábitos verdes y blancos; ahora su esperanza -valga la redundancia- es poder lucirlos en la procesión de La Resurrección, la próxima fecha marcada en rojo en su agenda de Semana Santa.