De tener seis tiendas, un puesto en la plaza y once empleados a mantener dos negocios abiertos y sólo una asalariada. "Y aguantando como puedo...", asegura Rosa del Aguilar sobre lo que ha sido su trayectoria empresarial en el mundo de la lencería. Achaca esta situación a la dura competencia que vive hoy el pequeño comercio. Especialmente el de los bazares chinos e internet: "Ahora me veo obligada a abrir domingos y festivos para poder competir con los chinos".
Apoyada en el mostrador y mirando una tablet. Así ve pasar Del Aguilar las horas en su negocio de la avenida de Portugal. Le faltan cinco años para jubilarse y hace lo imposible para pasarlos con la tienda abierta. "Estoy resistiendo porque tengo remanente de los años de bonanza", confiesa sobre unos tiempos en los que los lunes de plaza y los carnavales dejaban cajas diarias de 1.000 euros. Ahora, poco o nada queda de aquello. Sólo el espíritu de luchar y una clientela ya envejecida pero fiel: "Lo que me ha matado es la llegada de los chinos. Tiran los precios y a mí también".