Una niña con lagrimones en las mejillas sube la cuesta de acceso al cole de Las Vegas. No dice nada, está triste. Acaba de terminar la ceremonia de despedida de una compañera que se la llevó una enfermedad cruel, "antes de tiempo". Estaba en tercero de Primaria. Ocho años. La niña de los lagrimones en las mejillas sigue guardando silencio mientras escucha a otras compañeras. La más elocuente aclara las dudas a la segunda: "Claro que está en el cielo".

Los compañeros de la pequeña muerta la despidieron en el patio del colegio. La dirección del colegio dispuso unos altavoces y un micrófono. La directora, Mónica Fuentes, leyó con voz entrecortada unos versos de un conocido poema del escritor escocés David Harkins, aquel que termina cálidamente con estos versos: "Puedes llorar, cerrar tu mente, sentir el / vacío y dar la espalda, / o puedes hacer lo que a ella le gustaría: / sonreír, abrir los ojos, amar y seguir".

Tras la maestra, y con los niños en silencio, sonaron los acordes de la "Marcha de Antón El Neñu" que salieron de la gaita de Bras Rodrigo, el director de la Banda de Gaitas de Corvera. La ceremonia concluyó cuando la directora del centro despidió a los niños. Les dijo que había que ir a clase. Y, entonces, fue cuando la niña de los lagrimones no pudo camuflar la tristeza. Ni ella, ni nadie. La chiquilla había sufrido ataques de epilepsia de manera regular. Hace pocos días, en medio de la calle, hasta que la atendió la UVI a la que había llamado la Policía Local.

La tristeza fue mayor ellunes, cuando la madre acudió al colegio en que su niña cursaba estudios desde Primero, un centro al lado de casa, el primer escalón de una vida. "Puedes llorar porque se ha ido, o puedes /sonreír porque ha vivido", dice el poema.