"Te vamos a robar toda la tienda". Parecía que la situación no podía ir a peor para un joyero que en sus 34 años de cara al público nunca había sido atracado. Pero lo hizo a menos de seis meses de su jubilación. "Saca la pipa y mátalo", le soltó uno de los dos encapuchados que el pasado jueves entró en la joyería Roberto de Las Vegas a su compinche. No hubo pistola, aunque sí navaja. Y tampoco asalto. "Sólo se llevaron unas medallinas que valdrán 500 euros", explica el comerciante, que con gran aplomo y, sobre todo valentía, logró evitar el saqueo. "A los cacos les sorprendió que les plantara cara", reconoce.

De hecho, en un primer momento, el joyero, de nombre Roberto, reconoce que se tomó "en broma" las amenazas. "Cuando uno le dijo al otro que sacase la pistola yo les espeté: 'Como saque yo la mía acabamos a tiros'. Luego me sacaron la navaja y ya vi que la cosa iba en serio", relata el comerciante de la calle Armando Palacio Valdés.

Lejos de acobardarse ante los dos cacos, "uno mayor, de unos 50 años, y otro más joven, de veintitantos", Roberto decidió plantarles cara. "Uno se puso a un extremo del mostrador e intentaba abrir la registradora; mientras el otro, al otro lado, me amenazaba con la navaja. Yo les empujaba como podía para que no lograsen llevarse el dinero", explica el comerciante, sobre los eternos diez minutos en los que los cacos trataron de robarle.

Al final, el joyero no pudo con los dos. En un instante de esos forcejeos, el ladrón más veterano metió la mano en el mostrador y se llevó unas medallas. Emprendieron huida calle abajo y, aunque Roberto trató de seguirles, se le escaparon. Pero no a la Guardia Civil. Poco después, y tras el aviso del comerciante, los agentes dieron caza en Los Campos a J. B. B. e I. T. G., iniciales de los cacos. De lo que no hubo rastro fue del botín, valorado por el comerciante en unos 500 euros. Tras declarar en los Juzgados, el juez decretó libertad con cargos para uno de ellos y prisión provisional para el otro.

"Habíamos tenido algún que otro intento de robo, pero nunca como ahora", afirma el comerciante, que cuenta junto a su mujer los días para jubilarse. "Menos mal que yo no estaba aquí, porque había salido a hacer unos recados. Menudo susto pasé", aseguraba ayer su mujer, mientras atendía el incesante goteo de clientes que entraban a la joyería para preguntarles qué les había pasado. De momento, las aguas han vuelto a su cauce. El matrimonio tiene previsto jubilarse a finales de este año y esperan poder hacerlo sin más sobresaltos. "Eso sí, si hay que volver a plantar cara a un delincuente, lo haré", dice el joyero.