-Melchor, Melchor... que este año he sido bueno.

El niño gritó a pleno pulmón al paso de la carroza del primero de los Magos de Oriente, no fuera a ser que se olvidasen de él luego, por la noche.

El guaje se doblaba sobre la cabeza de su padre: estaba ayer tarde sobre los hombros de su progenitor, en la rotonda de la plaza de Vaticano. No cabía un alfiler. La Policía Local calculó que fueron 18.000 personas las que salieron de casa para ver la Cabalgata más concurrida "en años", según señaló un agente mientras distribuía al público por la calle Francisco Orejas Sierra y a los coches por un único carril de esa misma rotonda.

La Noche de Reyes comenzó ayer a lo grande: caballos, tambores con ritmo semanasantero y, sobre todo, los malabaristas florentinos, que arrancaron aplausos alucinados a cada paso que daban, que acompañaban con estandartes en el aire. Eso y también las trompetas y los sombreros medievales. Formaban parte del séquito del Rey Melchor. Como también les pasó a los jugadores con fuego: malabares, cuerdas en llamas y un zancudo esquivando deposiciones equinas de olor infernal.

Marcos Viña Soto, con seis años, estaba acompañado de su hermano pequeño contemplando el fuego volante con la boca abierta. Le preguntaron por sus preferencias: ¿Malabares o caramelos? Respondió diáfanamente.

-Caramelos.

Y eso lo dijo mostrando la bolsa llena.

Su Majestad el rey Melchor fue el primero en dirigirse al público que llenó el Parche, dos horas después de partir del Quirinal. "Las cartas de los niños de Avilés nos gustan mucho: tienen dibujos, tienen arte y, además, piden más que plays o muñecas. Piden trabajo para los padres, que los abuelos se pongan bien", aseguró desde el balcón municipal, ante la mirada curiosa de la alcaldesa de la ciudad, Mariví Monteserín. A ella, precisamente, dirigió Su Majestad el rey Baltasar su agradecimiento por haberle permitido "estar aquí", es decir, por poder decir a los niños de Avilés que tienen que "acostarse pronto", algo en lo que insistió el tercer rey de la noche: Gaspar. Y todo esto, con la plaza plantada de móviles con flashes. Y también de aplausos -los más fuertes los arrancó Baltasar: "No os oigo", dijo-. La ciudad de Avilés invistió bien a los monarcas de Oriente en este fin de semana de investiduras.