Pepa Cabrera y Marián Morales son vecinas. Viven en Las Vegas. Las dos llevan "tres o cuatro días" cosiendo mascarillas en casa, con sus propias máquinas, "cinco o seis horas al día, hasta que nos cansamos", cuenta Cabrera, antigua celadora del HUCA y del San Agustín, fundadora de la cooperativa textil Corver. "O sea, que sé coser. Fui al centro de salud y me presenté voluntaria. A Marián le pasó lo mismo. Me dijo que se iba a poner a coser, que había visto un grupo en internet. Así nos pusimos a medias: ella corta la tela y yo coso. Llevamos como un centenar, pero no somos las únicas", cuenta Cabrera, que huye de todo protagonismo. "Esto es cosa de muchas", recalca. Y tiene razón. Marta Rodríguez también cose: inició en Castrillón otro grupo de costureras. "Nos pasan la tela de Sontara y hacemos las mascarillas. Hay doble tela, en una de ellas hay una apertura para meter el filtro. El virus muere a los 56 grados. La desinfección se hace con la plancha. Estas mascarillas van para los trabajadores", cuenta Rodríguez, desde Castrillón. "Somos una veintena, cada día más. Las hacemos bien aconsejadas y así podemos seguir entretenidas".