"Entre enero y marzo fui el hombre más feliz de Asia: había conseguido mi trabajo soñado en Singapur y publicar mi primer libro de poemas", reconoce el avilesino David Martínez (1972), que, desde comienzos de año enseña Español en el Ministry of Education Language Centre de la república indochina. Habla con LA NUEVA ESPAÑA al otro lado del teléfono, al otro lado del mundo. Los singapurenses comenzaron el miércoles pasado sus respectivos confinamientos. "Tenemos dos mil trescientos afectados y ocho muertos. Cerraron las escuelas, se terminaron las actividades de ocio y las reuniones, pero podemos salir a correr, a la compra, a los restaurantes a coger comida para llevar. Desde hoy es obligatorio el uso de mascarillas (hay desinfectante hasta en la calle). Así, hasta mayo. De momento", cuenta el autor de la colección de versos titulada "Confesiones heréticas" y de un libro de relatos que tiene en cartera y que se titulará "37 días en Pekín. Aventura en la Comunidad de los anillos". Dice: "Está previsto que salga en junio, pero no sé", admite. Firma como David Robatti y su primer libro está en Amazon y en la Casa del Libro. Lo presentó en el Club de LA NUEVA ESPAÑA de Avilés esta pasada Navidad.

La felicidad del primer trimestre la desquebrajó el coronavirus. "Primero fueron medidas suaves. El viernes día 3, el Primer Ministro de dirigió a todo el país para explicar que había que ponerse más serios", continúa. Habían cerrado los bares, pero no los bares con comida. "Sólo se puede ir a recogerla", apunta. "También cerraron las industrias no esenciales: como en España", añade un filólogo con una larga carrera como profesor en países tan lejanos como Japón, Malasia o China. En China estuvo en dos universidades: desde 2014 a 2019. "Mi objetivo vital era regresar a Singapur. Ya lo conocía de una temporada anterior. Tenía amigos, era feliz", continúa su relato al otro lado del teléfono. En Singapur el reloj corre con seis horas de antelación con respecto al huso de España.

Antes de retomar el camino oriental, Martínez había aceptado un trabajo en Eslovaquia, en un instituto de bachillerato de Secovce, que es un pueblo equidistante de Hungría, Ucrania, Polonia y Chequia. "Ahí me entrené para el confinamiento: iba a clase de ocho de la mañana a dos y media. Y luego me metía en la habitación. Y ya está. Sin vida social, sin nada", cuenta. Desde allí se siguió moviendo: enviando currículos Le llamaron de la riquísima y carísima república asiática. Funcionario del Ministerio de Educación, con un apartamento a un paso del Ministerio del Interior y del principal hospital de la ciudad. "Estoy bien, con la moral más o menos alta. Hablo con la familia y los amigos casi a diario. No me falta nada: la despensa y la bodega llenas, pero no puedo ver a nadie", se lamenta el profesor y también Licenciado en Filología por la Universidad de Oviedo.

Lo que observa Martínez es que "lo que dice el Gobierno es lo que se hace, que nadie protesta: ni los ciudadanos, ni el resto de los políticos". Hay una lista de Whatsapp que promueve el Ministerio de Sanidad singapurense a la que están suscritos cada uno de los vecinos de la ciudad estado. "Te dan el parte diario, sin cifras falsas, te cuentan las nuevas medidas. Siempre hay un tono positivo, de colaboración, de comunidad y ayuda. Aquí se respira orden y control: hay una app por Bluetooth que te dice si estás cerca de alguien con coronavirus. En este país tienen experiencia. Vivieron el sars y supieron que con orden y control se podía salir de esto", sentencia.

Lo que de verdad le preocupa a Martínez es ver a su familia encerrada "bombardeada por noticias negativas que genera la nefasta gestión del Gobierno", confiesa. De momento, empieza a acostumbrarse a la nueva situación con el objetivo de volver a ser el hombre más feliz de Asia