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Tiempo después

Casi treinta años después de su reapertura, el Palacio Valdés es un referente nacional; hasta quienes quisieron derribarlo antes aplauden su gestión ahora

Tiempo después

Lo que parecía imposible se hizo realidad, pero el imposible mayor estaba por venir. Desde el primer momento en que se habló de la restauración del teatro asustaron las cifras de las obras de albañilería, pero sólo había que calcularlas y hacer un esfuerzo, uno solo. Más miedo daba lo desconocido. La "terra incógnita" en la que cualquier gestor de ese teatro se iba a internar al día siguiente de alzar el telón. Por supuesto, ese día llegó.

Como en una novela de ciencia-ficción, el informe de los técnicos culturales ya había anticipado ese momento en octubre de 1984, describiéndolo con tonos sombríos. Ese estudio empobrecía el panorama cultural avilesino de entonces, el mismo que justificaba construir una nueva Casa de Cultura no valía para rehabilitar un teatro. Decía que la nómina de espectáculos escénicos se reducía a las jornadas de teatro (quince días al año), conciertos de la Orquesta Sinfónica (diez días al año) y conciertos de la Sociedad Filarmónica (diez días al año). Total, un horizonte de 35 días de ocupación. Incluso suponiendo que se duplicase esa actividad, el informe concluía con una interrogación que era una daga: "¿qué hacer con un teatro sin actividad durante 300 días al año?".

Ese temor había presidido todo el proceso de recuperación. Ya en septiembre de 1984, y con el fin de realizar un estudio comparativo sobre la gestión de otros teatros municipales, el Alcalde había enviado cartas pidiendo información a sus colegas de Gerona, Granada, Murcia, Zaragoza y Valencia (quien respondió que allí no existía ningún teatro municipal).

Como ya se ha descrito en estas páginas, parecido temor se mascaba en los pasillos del coliseo el mismísimo día de la reapertura. Una preocupación presente desde que se iniciara todo el proceso. Se sabía que el esfuerzo de recuperar el edificio sería enorme, pero el de darle contenido podría resultar imposible. Cuando el Ayuntamiento se lanzó definitivamente a la recuperación del teatro la estrategia municipal había sido: el Ayuntamiento compra, el Estado restaura y el Principado mantiene. Pero la cruda realidad acabó por imponerse. La colaboración de Estado y Principado fue generosa, pero justo hasta que se abrió la puerta. "Mantener", lo que se dice alimentar el día a día, iba a ser cosa del ayuntamiento de Avilés. Y para siempre. A eso se enfrentó desde diciembre de 1992. Un muerto al que nadie quería velar.

Como el dinero escaseaba, hacía falta ingenio, esfuerzo, habilidad y conocimiento. Todo lo que puso Antonio Ripoll, al que le tocó dirigir el teatro y buscar solución para un gran problema. No estuvo nunca entre los partidarios de restaurar el teatro, pero, como no pudo vencerlo, fue inteligente uniéndose a él. Era director de la Casa Municipal de Cultura y siempre había querido separarla de la recuperación del teatro, pero entonces decidió juntarlos. Para ello situó en la Casa el puente mando. La convirtió en la cabeza tractora de un proyecto más grande que iba a arrastrar al teatro, "extensión natural de la Casa". Esto, más que una frase, fue una estrategia. Y se llevó a la práctica, en tres fases de, más o menos, una década.

La de 1992-2002 fue de búsqueda, pero no de improvisación. La actuación de "El teatro negro de Praga", ya en diciembre de 1992, anunció que lo que venía era calidad y variedad. 44 representaciones en 1993. Llegaron nombres ilustres: "Les Luthiers", en su antología del 25.º aniversario, "Els Joglars", Nacho Duato al frente de la Compañía Nacional de Danza, más danza con un "Romeo y Julieta" y "El amor Brujo". Hubo zarzuela, con "La Revoltosa" y "El Bateo", y hasta una triunfal "Antología del Bolero". Ocho espectáculos de teatro asturiano con el estreno absoluto de "Papel de lija" de Margen. Un ciclo, el de teatro asturiano, que se sumó a las XIV Jornadas de Teatro de Avilés, por vez primera en el teatro Palacio Valdés, o la Muestra de Teatro Español Contemporáneo.

Y llegó la celebración del primer aniversario de la reapertura con una "Traviata" (hubo otras dos óperas más), con dirección escénica de Luis Iturri y musical de Marco Armiliato, con la soprano Eteri Lamoris. Era una coproducción con el Teatro Arriaga de Bilbao. Las aventuras más arriesgadas comenzaban a ser posibles.

El año acabó con representaciones para todos los gustos y una fórmula eficaz: música sinfónica en la Casa; lírica, teatro y danza en el Palacio Valdés. La convivencia era posible, seguramente para asombro de casi todos. Una programación complementaria reflejada en los "Papeles" y su suplemento "Teatro Palacio Valdés".

Esa fórmula se convirtió en magistral cuando, en octubre de 1994, se iniciaba "Música en Escena", con abono único para obras repartidas entre los dos escenarios. Fue una combinación de proporciones medidas y éxito asegurado y el inicio de otros ciclos: Festival de Música y Danza de Asturias y otros más, ya en 1995, como las Jornadas de Teatro Escolar o Teatro Universitario, que se sumarían a "Hecho en Asturias" (en 2001 también "Hecho en la comarca") o "Teatro en Asturiano", desde el año siguiente.

Pero el teatro, que aún estaba muy lejos de salir a lleno diario, seguía pidiendo más alimento. En 1997 comenzó la Escuela de Oficios Escénicos, financiada a medias por el INEM y el Ayuntamiento. Por vez primera un teatro era aula y taller para recuperar unos estudios sin enseñanzas oficiales: iluminación, sonido, maquinaria escénica y escenografía. Resucitaba, en parte, la vieja aspiración del Centro Dramático Regional que buscaron los defensores del teatro y aportaba una vía financiera más. Ese mismo año, además de ocho estrenos absolutos, el Palacio Valdés acogía el estreno nacional de "Los amantes de Teruel", de Tomás Bretón. Por vez primera 14 teatros públicos se unían para una coproducción operística.

No hubo pasos en falso y se caminó mucho. En el año 2000, cuando volvía a recuperarse la Escuela de Técnicas del Espectáculo, se dio un salto notable en eso que se llama la "fidelización de públicos", ofreciendo a los abonados la posibilidad de conservar su localidad en las diferentes ediciones anuales de los ciclos. Este nuevo sistema de abonos sería el secreto de los llenos de años posteriores, que ya se avizoraban antes de cumplir los diez primeros años de la reapertura, celebrados con una exposición conmemorativa y un "Elixir de amor" de Donizetti, dirigido por Emilio Sagi. El balance de la década era difícilmente mejorable: se habían programado más de 51 espectáculos de media anual. A partir de ahí, todo fue crecer.

Con la siguiente década (2002 a 2012) llegó la consolidación y, sobre todo, el éxito a raudales como referente nacional de estrenos absolutos. Casi una de cada seis obras programadas fue un estreno. Se creó una marca. Algo singular en una villa de provincias del tamaño (menguante) y las posibilidades de Ferrol, Lorca, Aranda de Durero o Calatayud. Avilés tenía, por programación, uno de los mejores teatros de España. Y se empezaba a saber.

Fueron los años de las colas ante la Casa de Cultura; primero ocasionales, luego interminables. Una costumbre para madrugadores del día anterior, aficionados al teatro y para guardaturnos profesionales. Nuevos ciclos como Jovenescena (2004) o Avilés Arte sonoro (2009), fueron completando la oferta y, con las dentelladas de la crisis ya en los presupuestos culturales, el Centro Niemeyer, sin casa aún, ocupó los altos del teatro con sus oficinas y las tablas con sus mejores propuestas escénicas

Decían entonces que el Niemeyer sería el maná para Avilés, que le daría proyección mundial. En su programación previa a la inauguración incorporó en 2010 a la compañía "The Brigde Project" con la representación de "The Tempest" de Shakespeare, en montaje de Sam Mendes. El mismo año en que "El Holandés errante" llevaba la primera representación de un Wagner a Avilés. Al año siguiente, otra vez el "Brigde Project" presentaba "Richard III". Otro Shakespeare, otro Mendes y un Kevin Spacey. Una producción de talla mundial del BAM, The Old VIC y Nela Steal asociados con el Centro Niemeyer. Cinco únicas representaciones en España. Los propagandistas del Niemeyer creían haber tocado el cielo, pero pronto descendieron a los infiernos mientras el Palacio Valdés siguió su triunfal camino.

Así llegó el último período de la vida del teatro, desde 2012. Ese año las obras del teatro obligaron a inventar un ciclo "Off", tan de moda ahora, en la pequeña sala del centro de Los Canapés. Se jubiló Antonio Ripoll, aunque se hizo posible que siguiera trabajando al frente de la programación teatral del Niemeyer. Mando a distancia para todo el teatro de Avilés. El Palacio Valdés ya no corría peligro, pero, frente a todo pronóstico, se rompió la vieja fórmula de éxito. La Casa de Cultura decayó habiendo perdido, por ejemplo, una sólida oferta de música sinfónica que costó años consolidar. Tiempo después, el renacido y tutelado Palacio Valdés, que parecía incapaz de caminar solo, se fue de "La Casa" para vivir su vida de éxito. El hijo se hizo mayor, sobrepasó a la madre y aún le sobró prestigio para repartir con el neonato, y a la vez moribundo, Centro Niemeyer. Quién lo iba a decir.

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