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Los paseantes conquistan la marisma

Con el ánimo de “salir de la zona urbana” y “tomar el aire”, los avilesinos improvisan picnics junto a la ría, donde las basuras comienzan a hacer acto de presencia

Un grupo de jóvenes, ayer, en el pedrero próximo a la Ensenada de Llodero, en la ría de Avilés. | Mara Villamuza

–Chavalinos, ¿qué hacéis ahí? Salid del pedrero. Esa es una zona para los pájaros.

–Perdona, no sabíamos nada.

Esa conversación, poco después de las cinco de la tarde de ayer, en el entorno del Monumento natural de la ensenada de Llodero y la charca de Zeluán entre un hombre que paseaba por la zona y un grupo de jóvenes puso sobre aviso de lo que vienen advirtiendo en los últimos días los conservacionistas: la necesidad de preservar ese entorno natural utilizado por diferentes tipos de aves. Algunos como los cormoranes se divisaban desde el punto de observación de aves ubicado a pocos metros del pedrero. La llamada de atención del hombre, de unos cincuenta años, coincide con las advertencias hechas por el grupo ornitológico Mavea en los últimos días al observar que el entorno del Monumento natural de Llodero se ha convertido, a cuenta del cierre perimetral que sufre Avilés, en un entorno “que solía ser tranquilo, pero en el que cada día hay más gente”, como sostiene Ramón Martínez, que se animó a captar alguna fotografía de aves desde el observatorio con su teleobjetivo. “Los pájaros tienen que estar tranquilos y eso genera biodiversidad en la zona. No creo que nadie les ayude bajando al pedrero ni convirtiendo esta zona en una romería”, añade refiriéndose más al entorno de San Balandrán, que es Avilés, y no Zeluán “que está en Gozón”. Mientras, los cormoranes disfrutaban de los últimos rayos del día, tras algún que otro un chapuzón, quién sabe si para buscar alguna presa en la ría.

Por la ensenada de Llodero, algunos de los que eligen esta zona para el paseo vespertino refrescan sus pies en el agua y otros, simplemente conversan en la orilla. El plan de gestión del entorno protegido prohíbe pasear con perros sueltos, la pesca con caña y con nasa y la recolección de moluscos. Esas medidas buscan mantener esa zona de la ría como refugio de aves limícolas en los pasos migratorios que, además, alberga las últimas comunidades de vegetación marismeña de lo que fue el gran estuario de Avilés.

Los paseantes conquistan la marisma

Al otro lado del Monumento Natural, en San Balandrán, hay más personas. Llegan, según dicen, para “tomar al aire”. Es el caso de Matías Miñambres y María del Mar Hernando, que están sentados en una silla de playa disfrutando de la panorámica del estuario. Son habituales de la zona y aprecian que desde que fue decretado el cierre perimetral de Avilés hay más ambiente. Entienden que “lo primero” es preservar el entorno y son críticos “con los que dejan restos de plásticos de botellón”. A unos metros de la pareja, Verónica Fernández y David Vega meriendan como si estuvieran en la playa. “Echamos de menos el mar y por eso vinimos, aunque sea la ría...”, señalan mientras cuestionan “las colillas y botellas que hay tiradas por cualquier sitio”.

Grupos de jóvenes también se dan cita en la zona. “Si venimos es por desconectar y tener un poco de tranquilidad”, manifiestan Laura Fernández, Lucía García y Ángela Castañeda, que prefieren este espacio que estar en la parte urbana de Avilés “porque hay demasiada gente”. Según pasan los minutos, crece el número de paseantes por las pasarelas de madera, otros deciden aprovechar la arena de la pequeña playa de San Balandrán para descansar o alguna que otra zona verde para pasar el día. “Hay mucha gente que viene para ver la puesta de sol”, apunta David Vega oculto tras sus gafas de sol y la mascarilla obligatoria.

“Somos de Avilés y hasta aquí podemos venir sin problemas, es lo que nos queda, si no, la otra opción sería verse en el barrio... aquí se está mejor”, indica un joven que era desconocedor de que, a pocos metros de donde se encontraba, existe un espacio protegido y una zona de paso de aves que recorren miles y miles de kilómetros. “Entonces, allí no podemos ir porque es Gozón... no entiendo nada, pero si está pegado”, apunta el joven señalando a la Ensenada de Llodero, donde las aves soportan el constante vaivén de avilesinos, que buscan espacio de esparcimiento tras el cierre perimetral decretado para intentar frenar la expansión del covid.

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