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Fallece a los 60 años y tras una larga enfermedad el sacerdote Javier García-Cuevas

Los allegados del párroco avilesino, que fue también profesor del San Fernando, destacan su “sinceridad, caracter sin fisuras y bohmonía”

García-Cuevas, en su primera misa en Benia de Onís.

Avilés amaneció de luto por el fallecimiento de madrugada y en el Hospital Universitario San Agustín del sacerdote avilesino Francisco Javier García-Cuevas Alfaro. Tenía 60 años y llevaba ya tiempo batallando contra una dura enfermedad. García-Cuevas era desde 2018 el vicario de la iglesia de Santo Tomás de Cantorbery y un hombre muy conocido y querido en la ciudad y en la región. No en vano fue profesor del colegio San Fernando, ejerció su ministerio en la Escolania de Covadonga y en los concejos de Onís y Parres, donde se granjeó muy buenas amistades “por su sinceridad, carácter sin fisuras o dobleces y bonhomía”. “Era un hombre de profunda fe, muy devoto de Santa María, que, seguro, le habrá abierto las puertas del cielo. Era también un gran compañero”, manifestaba ayer el párroco de San Nicolás, Alfonso López.

La muerte de García-Cuevas corrió como la pólvora por redes sociales desde primera hora de la mañana. En distintos foros, avilesinos y no avilesinos incrédulos daban muestran de su pesar: “Era una excelente persona, un buen cura, un hombre franco de gran corazón y un amigo con el que siempre podías contar”, decía una mujer; otro, agregaba: “Fue una excelente persona y con una grandísima humanidad”. García-Cuevas se ganó la palabra amigo entre los suyos.

Arzobispo

El funeral por su eterno descanso se celebrará esta tarde (17.00 horas) en la iglesia parroquia de Santo Tomás y será presidido por el arzobispo, Jesús Sanz Montes. La capilla ardiente se instalará en el mismo templo una hora antes. La familia, dada la situación por la pandemia, no recibirá. García-Cuevas deja hermanos, Ignacio y María Dolores, y cuatro sobrinos: Raquel, Itziar, Ignacio y Carmen.

El sacerdote avilesino, hijo del ginecólogo Ramón García-Cuevas Menéndez, fue ordenado como presbítero por el entonces arzobispo, Carlos Osoro, en mayo de 2007 a la vez que el praviano Rubén Díez y el también avilesino Jorge Luis Fernández Cuesta. Su primera misa fue en la parroquia de San Juan de Ávila el 15 de junio del mismo año. Poco después se presentó como sacerdote en Santa Eulalia de Benia de Onís, y con el tiempo se sucedieron los destinos hasta su llegada a Avilés en 2018.

Dejó huella allá donde estuvo, y así dan fe las palabras que ayer le dedicaron durante toda la jornada sus seres queridos: “Grande de tamaño, grande como persona, grande como sacerdote. Se fue con el cielo ganado”. Sus alumnos del colegio San Fernando de Avilés le recordaban también con cariño: “Era un bonachón, una persona cercana, un hombre campechano”. Avilés llora ahora su muerte.

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