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Un niño con una palma, en la iglesia de San Nicolás.

Avilés estrena la Semana Santa con terrazas llenas y pocas palmas

Algunos fieles, los menos, llevaron ramos a la misa dominical pese a la suspensión de las bendiciones

El primer Domingo de Ramos a distancia fue el del año pasado, el del confinamiento más duro: aquellas bendiciones fueron solitarias o por vía postal. Las palmas y los ramos de esta mañana, sin embargo, entraron en los templos, pero no hubo ni hisopos, ni agua bendita. “La bendición del final del oficio será la única”, explicó ayer Carlos Mora, el hermano mayor de la cofradía de San Pedro, unos minutos antes de que Alfonso López Menéndez presidiera la misa de 12.30 horas, en un templo que esta semana es más museo que en otras ocasiones. Y es que la Semana Santa avilesina se queda a techo, pero la devoción con las distancias físicas, se mantiene tan inalterable como el momento último de la Pasión que se conmemora desde hace casi dos milenios en toda la cristiandad.

Lo que sucede es que no todos los feligreses conocían las nuevas “normas de obligado cumplimiento” que dictó hace unas semanas Jesús Sanz, el Arzobispo de Oviedo. “Que no hay bendición”, advirtió una mujer a otra a la entrada de San Nicolás. La mujer avisada hizo un gesto que acompañó con una sonrisa: “Por si acaso”... Pero no hubo tal. Las reglas del Arzobispo lo dejaron claro: hay que evitar tumultos, agolpamientos... y de esos hay muchos todos los años, en la campa de la iglesia de los Padres, que es de donde sale la procesión de la Borriquilla, la primera de todas en la Semana Santa avilesina, este año de mucho mayor recogimiento.

Los que aprovechan la Semana Santa para el descanso lo tuvieron fácil ayer durante toda la jornada en Avilés: las terrazas se extendieron en toda su plenitud y esto fue así por el sol primaveral que celebró la primera jornada. No hubo más turistas en Avilés que los que procedieron de los concejos más próximos. Asturias está cercada esta semana: las cepas brasileña y británica acotan la libertad de movimiento. Y, pese a todo, la fiesta fue todo lo grande que las autoridades regionales permitieron.

Nicolás y Martina Granda, con su palmas, en la calle San Francisco. | Mara Villamuza

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