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El cura de Illas bautiza a su bisnieta Naomi

“Lo mejor que he hecho en mi vida es mi familia”, resume feliz el sacerdote Ceferino Fernández padre adoptivo de cuatro hijos, que le dieron siete nietos y once bisnietos

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El cura de Illas bautiza a su bisnieta Naomi Mara Villamuza

Ceferino Fernández Suárez es el cura de Illas y es también el padre (adoptivo) de Pablo, Loli, Carlos y Raúl García Membrive. “Es el único cura de España que tiene libro de familia numerosa”. Esto lo dice su hijo Carlos al otro lado del teléfono. Vive en Inglaterra, así que no pudo asistir ayer al bautizo de Naomi Águila Villa, su sobrina nieta, la bisnieta del sacerdote.

“Lo mejor que he hecho en mi vida es mi familia”, resume el sacerdote en el patio de su casa, en La Callezuela. Está rodeado de guajes: Aday e Iris Cancio, por un lado, y también Rocío, que sólo tiene un mes y duerme en los brazos de su madre Iris Águila. Y, claro, la protagonista de la fiesta: ojos azules, melena rubia. “Ha dicho que hoy se ducha dos veces”, cuenta el sacerdote. “Soy muy feliz”, añade.

La historia de esta familia tan singular empieza a finales de los setenta. Ceferino Fernández, que nació en Fuejo, en Grado, pero que se crió el barrio ovetense de Guillén Lafuerza, es párroco en Hormigueras, en el sur de Madrid. Entre Orcasitas y Villaverde. “Un poblado chabolista”, explica Loli García, que es la abuela de Naomi Águila que corre con sus primos mientras la familia hace tiempo para el bautizo.

“Me han sorprendido. La madre y la tía hicieron un curso de cristiandad ahora que la niña iba a recibir el sacramento”, sonríe el cura con satisfacción. “Lo nunca visto”.

En aquellos años tristes, el cura decía misa en el vestuario de un campo de fútbol y también en un garaje. “Le conocí cuando Carlos y yo teníamos once años”, cuenta Loli García. Los dos son mellizos. “Nuestra madre había muerto y nuestro padre entonces nos llevaba con Ceferino porque él trabajaba fuera. Nos daba de comer. Nos enseñaba”. añade. Y un día el padre también murió. “Tener un padre cura era muy complicado: nosotros no sabíamos de curas, pero él no sabía nada de adolescentes y, sin embargo, tuvimos mucha suerte de dar con él”, concluye Loli García.

Ceferino Fernández no quiere darse importancia. “Es lo que tenía que hacer”, confiesa. Se las arregló para que las autoridades le permitieran adoptar a aquellos chavales. “Tenía que haber una mujer en casa y puse a mi madre, que la pobre estaba muy mayor”, confiesa el cura.

Todo esto lo contó en un libro. Y también en la tele. “En un programa de Raffaella Carrà, en televisión. Hace, no sé, treinta años”, explica Carlos García. “Estamos muy orgullosos de él. Es un ejemplo para nosotros, pero también para los otros curas. Es imposible encontrar a un tipo como él en España”, recalca García. “Tenía que llamarle más cuando no lo necesito que al contrario”, reconoce.

Aarón Águila coge en brazos a su hija Naomi. Obedece a su abuelo, al sacerdote. “Mirando a la pila”. El pelo rubio de la niña le cubre la cabeza, como un telón la función que va a empezar. Cuando el cura termina el rito –“Yo te bautizo, en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo...”–la niña levanta la cabeza e ilumina la iglesia entera de San Julián con su sonrisa. Su madre, Alba Villa, sonríe. Su padre la besa. La fotógrafa memoriza la ceremonia. Rocío Cancio, el bebé, parece que duerme. En septiembre toca nuevo bautizo. Será en Toledo.

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