Cándido González tenía 85 años y una vespa que mantenía desde los 19, “de su época de soltero”. Le gustó siempre quemar rueda con su máquina. Ayer lunes se la habían entregado después de que repararan una avería a su histórica moto. “Dijo: voy a probarla y así compro unos pasteles”, cuenta Daniel González, uno de los cuatro hijos del letrado que llegó a ser asesor del presidente de Ensidesa, eminente abogado mercantilista que nunca dejó su actividad. “Seguía trabajando, claro, con menos intensidad, pero nunca paró”, señaló. Llegó a la pastelería y allí murió de manera sorprendente. Y es que, cuenta su hijo Daniel, “estaba bien, pero allí, en la tienda, se sintió mal y le fulminó un infarto”. La ambulancia no pudo hacerse nada por salvar su vida. El abogado había entrado en la empresa como oficinista, pero aprovechó las oportunidades que de aquella ofrecían y a los treinta años comenzó a estudiar Derecho. Era tan inquieto como para haber fundado el Rotary Club de Avilés, fue el vicepresidente del Ensidesa y también del Real Avilés en la época de Juan Muro de Zaro. Participó en el nacimiento del Real Avilés Industrial y no se perdía ninguna de las conferencias de los cursos de La Granda.