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Crítica / Música

Gurruchaga, como un mago bajo su chistera

La “Orquesta Mondragón” monta la mejor fiesta musical en un Parche lleno hasta la bandera

Javier Gurruchaga durante el multitudinario concierto en El Parche Maxi González

Lo tremendo es una plaza de España entera moviendo el cuerpo al ritmo de “Anda suelto Satanás”. Javier Gurruchaga, bajo una chistera, con la toalla en el hombro, diciendo cosas como “Cae fuego en lugar de maná, / se disfraza el asfalto de mar, / el zapato no encuentra el pedal, / parece que anda suelto Satanás”. Y no, no se refería a Vladimir Putin. Hace cinco años –la última vez que cantó en Avilés– sacó a colación a Trump. “Trump, Trump, Trump”...

La “Orquesta Mondragón” lleva cuarenta años en la escena y el tiempo no pasa por ellos porque el tiempo les modifica año a año, porque la banda se transforma según se transforma el mundo y sus alrededores. Lo hicieron el lunes pasado: un concierto dedicado por entero al pueblo ucraniano. “Y a los rusos de buen pensar”. Y recibió la entrega absoluta del personal que se plantó en el Parche con ganas de fiesta, que un año sin Antroxu vale por dos con pandemia. El concierto de antes de anoche fue pura fiesta.

Sonó “Viaje por nosotros”, que no deja ser ahora una declaración revolucionaria. “Viaje con nosotros / si quiere gozar /viaje con nosotros / a mil y un lugar”. Bueno, son menos, y todos con pasaporte covid, otra de las preocupaciones de Gurruchaga, verdadera leyenda de la música patria (lo demostró, insisto, el lunes pasado), un tipo y una banda capaces de llenar de rock y buen sonido una noche templada que pasó por la ternura de “Adiós, adiós”, el tema que dedicó a su “hermano” “Popotxo” (Pedro Ayestarán), la otra mitad de la “Orquesta Mondragón” original. “Cuando unos labios amenazan / con devorarme el corazón / enciendo la señal de alarma / y escapo en otra dirección”. “Y digo adiós”...

La fiesta de antes de anoche en Avilés fue imperecedera. Porque la gente echó de menos títulos de toda la vida, pero es que “los de la toda la vida” son la de Dios. Como un mago, Gurruchaga transformó al personal bajo su chistera.

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