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Comprar pescado, cuestión de pulso

Los visitantes de la rula podrán simular con un mando real la experiencia de pujar por mercancía en la lonja avilesina

Un comprador de la rula activa el mando electrónico usado en las subastas. Ricardo Solís

Los responsables de la rula de Avilés ofrecerán a los visitantes que este verano se animen a visitar la instalación en las rutas guiadas programadas los martes y los viernes una experiencia inmersiva consistente en sentirse por unos minutos mayoristas de pescado y participar, como los verdaderos profesionales, en una subasta pesquera. Podrán pujar por pescado, pero no llevárselo para casa porque las hipotéticas "compras" son meramente virtuales.

Para hacer esto posible, la guía de las visitas, Mar Díaz, encenderá un ordenador en el que se ha cargado un programa de simulación de subasta de especies muy populares como merluza, bonito, sardina o bocarte, entre otras. Asimismo, proporcionará a quienes quieran meterse en la piel de un "trader" pesquero un mando electrónico idéntico a los que usan los comercializadores profesionales que compran en la rula de Avilés y que en el argot de la lonja es llamada "botonera".

A partir de ahí, el proceso es el mismo que en la cancha de subastas real: el ordenador anuncia la subasta de un lote de pescado y fija un precio de salida que irá descendiendo; la misión del comprador es pulsar un botón en el momento adecuado para cerrar la compra al precio sugerido por el programa (que vendría a ser el que está dispuesto a pagar un comprador real). Todo es cuestión de prestar atención y tener pulso y buenos reflejos.

El programa de simulación tiene dos niveles de dificultad: uno más fácil de aprendizaje y el que simula la realidad. Este periodista se prestó ayer como conejillo de Indias para probar la herramienta en la presentación de la misma y el resultado no pudo ser más decepcionante: en unos veinte intentos la mayor aproximación al precio objetivo se quedó 10 céntimos por debajo y fue en el nivel fácil; en el nivel profesional los fallos se midieron por euros en kilo.

Este programa que seguramente hará las delicias de los visitantes de la rula servirá para hacerles ver a los profanos en la materia el intríngulis que tiene comprar pescado en la rula y las consecuencias de no andar fino en el momento de fijar un precio determinado: hacerlo por encima del precio objetivo conlleva un sobrecoste para el comprador y puede comprometer su margen comercial, hacerlo por debajo podría significar que otros compradores se adelantan en la compra y se llevan todas las existencias.

El sistema de primera venta de pescado en subasta a la baja tiene orígenes antiquísimos y constituye una excepcionalidad absoluta desde el punto de vista del mercado, ya que lo habitual es que los precios se fijen por competencia al alza –el que más puja se lo lleva– o vengan impuestos por el productor.

El jefe de cancha de la rula, Jorge Fernández, explica que la razón de que perdure este sistema es su eficacia: "Si las subastas del pescado fuesen al alza, y atendiendo a que cada día se pueden rular cientos de lotes de diferentes características, serían inacabables pues cualquiera podría ir mejorando el precio del pujador anterior céntimo a céntimo. Nos darían las uvas".

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