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Antonio Suárez Marcos Alto técnico medioambiental jubilado

"La situación de Maqua es de emergencia y el problema de la obra es solo de papeles"

"El colector de industriales es un avance impresionante para la ría, que tiene que volver a ser el eje vertebrador de Avilés; se está consiguiendo"

Antonio Suárez Marcos, exgerente de Cadasa, en la biblioteca de su casa. | Juan Plaza

Antonio Suárez Marcos (Turón, 1950), alto técnico medioambiental jubilado, ha sido el pionero que puso los datos a la contaminación de Avilés en 1977. Doctor en Físicas y Química y diplomado en Ingeniería Ambiental, se conoce al dedillo la evolución de la recuperación de la calidad del aire y del agua en Avilés. Se jubiló al frente de Cadasa (Consorcio para el abastecimiento de agua y saneamiento en el Principado), tras haber sido el primer director de Calidad Ambiental y Obras Hidráulicas de Asturias.

–Se vuelve a hablar últimamente mucho de contaminación en Avilés a cuenta de los datos de la estación de Matadero y del nuevo plan de calidad del aire.

–Cuando había contaminación de verdad era terrorífica. Cuando yo llegué a trabajar a Avilés en 1976, en el Café Colón se tomaba el café con el plato encima del pocillo por el polvo que venía de la térmica, del sínter, de los hornos de calcinación para la fabricación de cemento en Ensidesa. Todo eso no existe. La entrada a Avilés era tremenda, había una fábrica de harinas de pescado que le llamaban "La Fedionda" por el tufo que salía de ella. Estaba toda la cabecera de Ensidesa y en la térmica se quemaba carbón con contenidos de ceniza de más del 70% y sin prácticamente sistemas correctores. Había un contaminante que ya no se mide (la materia sedimentada, la gorda). Esas partículas no deberían de pasar de 300 miligramos por metro cuadrado y día y en Valliniello se medían 30.000. En Cristalería la situación era relativamente aceptable, habían hecho la chimenea de un horno nuevo, y en Endasa se daba una singularidad. En la fabricación de aluminio se emplea la fluorita, un fundente de la bauxita. Las emisiones eran de flúor y se fijaban en la vegetación. Toda la ganadería de alrededor tenía fluorosis, una especie de tuberculosis, enfermedad a los huesos. Asturiana emitía sobre todo dióxido de azufre.

–Le tocó poner en marcha el servicio municipal de Medio Ambiente.

–En 1972 aparece la Ley de protección del ambiente atmosférico en España y en 1975 se publica un decreto que lo desarrolla y que establece que las zonas con contaminación muy alta tienen que tener un servicio de contaminación atmosférica. Se crea el servicio en Avilés en la época predemocrática, con Fernando Suárez del Villar en la Alcaldía, y saqué la plaza. Me incorporé en 1976, con Ricardo Rico de Alcalde. Jaime Fernández Villanueva, un sabio en la administración, era el secretario.

–¿Y por dónde empezó?

–Advirtiéndoles de que no quedaba más remedio de medir la contaminación y saber qué empresas eran las que contaminaban. Había que montar un laboratorio, comprar aparatos... Pedí conocer el de Madrid y allá fui. Entonces solo había servicio de contaminación atmosférica en Madrid, Barcelona, Bilbao y Avilés.

–Ya había entonces concejal de Medio Ambiente.

–Era Alfonso Hatre (ingeniero de los hornos altos de Ensidesa). Entonces había cuatro concejales que nombraba Ensidesa en el Ayuntamiento. He de decir que nunca influyó negativamente en mi trabajo, al contrario. Compramos los equipos y empezamos a medir en enero de 1977. Quedé acojonao. Había unos niveles altísimos en Valliniello, altos en la zona urbana y en ningún sitio las partículas estaban por debajo de lo permitido. Así que aquella corporación predemocrática convocó un Pleno municipal en el que se aprobó solicitar que Avilés fuera declarada Zona de Atmósfera Contaminada. También votaron a favor esos cuatro concejales de Ensidesa. Y eso tenía una trascendencia muy importante, porque conllevaba realizar un plan de saneamiento atmosférico y el Estado tenía que definir las medidas a adoptar para reducir la contaminación.

–¿Y qué pasó después?

–Hubo una oposición frontal de la Delegación de Industria de la época a esa declaración. Decían que estaba mal medido, que se iba a parar la industrialización de Avilés... La corporación predemocrática tuvo una aceptación de la realidad increíble, todavía hoy me maravilla. Se hizo una red manual y los aparatos siguieron durante muchos años en su ubicación. Se aceptó una realidad. El desarrollo fue decisivo con Manuel Ponga en la Alcaldía, que cogió el tema del medio ambiente como bandera. El Ayuntamiento empezó a editar unos folletines y en uno de ellos decía: "La contaminación de Avilés es un problema de Estado". Y esa fue la clave. Era un problema de Estado porque entonces todas las empresas eran nacionales.

–No resultó fácil conseguir aquella declaración de zona contaminada, ¿verdad?

–El Estado inicialmente no lo aceptó pero la Corporación de Ponga jugó muy fuerte en Madrid. En 1980 el Ministerio de Industria redacta un plan de saneamiento atmosférico de Avilés, con las medidas que tenía que adoptar la industria. Hasta el año siguiente no se declaró la Zona de Atmósfera Contaminada. Sorprendentemente se hizo al revés, primero el plan de saneamiento y luego la declaración.

–¿Y qué medidas se adoptaron?

–Por ejemplo, la térmica ya no podía quemar los carbones que consumía. Pero encima estábamos en medio de la reconversión industrial. Se aceptó que las instalaciones convivieran a pesar de todo lo que emitían, pero se impulsó un perímetro de protección en las zonas más contaminadas. De ahí nació el Cinturón verde de Valliniello. Definimos la franja de protección. Se expropiaron 140 viviendas y dos ganaderías. No hubo ninguna forzosa, fue todo de mutuo acuerdo. En el caso de Endasa, en las descargas de mineral se generaba una polvareda tremenda. Logramos que hubiera un barco de descarga neumática, por medio de tuberías, y se quitaron las emisiones de polvo en la zona portuaria. En "La Fedionda" conseguimos que se lavaran los gases para quitarles el olor. No tenían suficiente agua y la facilitó Ensidesa de la refrigeración de la térmica. Se hizo una tubería por debajo de la autopista. A los tres meses se murió el gerente y se trasladó la fábrica para Bilbao.

–¿Había contestación popular a aquel ambiente irrespirable?

–Yo notaba que la población de Avilés tenía asumido que la contaminación era normal. Se aceptaba. Hasta que se dieron los datos. Eso fue lo que m movilizó a la población. Y también jugaron un papel importantísimo aquellos grupos ecologistas pioneros, que trasladaron a la población que aquella situación no se podía aceptar y era un problema con trascendencia sanitaria. En la época de Ponga se impulsaron iniciativas muy modernas para la época, con jornadas abiertas sobre los datos anuales de contaminación, itinerarios ecológicos, se abrió en Zeluán el primer observatorio de aves que hubo en Valliniello...

–¿Cómo fue la evolución?

–En 1985 me nombraron director de la Agencia de Medio Ambiente de Principado. Conseguimos fondos para "el cinturón de Valliniello" y fuimos siguiendo la descontaminación de toda la industria. Con la reconversión se hizo la acería tres (cerraron la 1 y 2), desaparecieron las máquinas de sinterizar, los hornos de cal y los Siemens, en los 90 todo empezó a cambiar brutalmente. Quedaron las baterías de coque, que tampoco están activas ya. Se empezaron a medir partículas más finas, las PM10. Ahora se miden esas, las de menos de diez micras, que tienen más influencia en el aparato respiratorio. Ahí ya tiene mucha responsabilidad el tráfico también.

–¿Y ahora?

– Se pasaron a medir las PM10 y ahora estamos mal donde estábamos bien, aunque la situación nada tiene que ver. Ahora la exigencia es mayor. Creo que en Avilés la situación es relativamente buena salvo en la estación de Matadero, que está junto a Azsa, el Puerto y la ITV. Ese aparato representa la contaminación en esa zona, no es la contaminación de Avilés. Lo que causaba la contaminación ya no está. Ahora hay otra polución y una población más informada y exigente, como tiene que ser. Que la población sea exigente y reivindicativa ayuda mucho a la administración ambiental. De las tres grandes ciudades, creo que Avilés es la que mejor está ahora, quitando algún grano.

–Todo empezó la calidad del aire, la del agua vino después, el ambicioso saneamiento de la ría. Hasta conoció el saneamiento del Támesis londinense.

–Al poco tiempo de llegar Manuel Ponga a la Alcaldía trajimos a Avilés a míster Fish, gerente de la empresa que gestionaba Times Water y también fuimos allí a ver todas las depuradoras que tenían. Nos dijo entonces que el saneamiento real no empieza hasta que no ves el verde en las rodillas y que eso proceso duraría unos 20 0 25 años. Tardamos un poco más.

–La limpieza de los lodos de la ría fue un hito.

–En mi etapa en la Dirección General de Calidad Ambiental y Obras Hidráulicas atacamos la limpieza de lodos, la más importante de las que acometimos en Asturias por su singularidad. El primer proyecto del Ministerio dejaba los lodos encapsulados en el cauce. Nosotros definimos qué parte del cauce contaminada y su profundidad y planteamos construir un vertedero de seguridad. Un total de 200.000 metros cúbicos de lodos súper contaminados está encapsulados en El Estrellín. Si no se hubiese hecho la limpieza de la ría, sería impensable que hoy estuviera ahí el Niemeyer. Ahora que la ría está incorporada a lo urbano, a lo natural, tiene que formar parte del desarrollo turístico y ambiental de Avilés. Tiene que volver a ser el eje vertebrador de todo y creo que se está consiguiendo.

–El plan de saneamiento comenzó en 1992 y aún se están rematando este año las conexiones al colector industrial...

–Los grandes sistemas de saneamiento nunca se terminan porque están vivos siempre y entran en vigor nuevas normativas. Aquí hay dos piezas fundamentales: la depuradora de Maqua y el colector de industriales. Este último tardó porque tenía problemas de diseño en los bombeos. Nosotros (el Principado) temíamos que se acabada vertiendo a la ría frente a un problema de mantenimiento o por una bomba que se estropease. Y se solucionó con obras posteriores. Hay que asegurar que el vertido al mar llegue al mar con los niveles que exige el gestor del colector, y eso conlleva estar continuamente midiendo, controlando. Y las industrias tuvieron que adaptarse. Ese colector es un avance para la ría impresionante.

–La depuradora de Maqua ya era una cuenta pendiente antes de que usted se jubilase y los trabajadores dicen que "se cae a cachos".

–Tiene un problema de corrosión impresionante porque se trabaja en un ambiente muy corrosivo, la concentración de sulfídrico es muy alta y todo eso hace que las bombas y las estructuras duren menos que en otros ambientes, pero esa remodelación lleva demasiado tiempo pendiente. Dicen ahora que está construida sobre terrenos de dominio público marítimo terrestre. Claro, pero eso se sabía desde que se construyó. Y la construyó el Estado, y dentro del Estado están Costas y Medio Ambiente. Y en el mismo Ministerio. La depuradora es el nudo gordiano del saneamiento de Avilés.

–¿Qué opina usted de todo este asunto de la depuradora?

–¿Cuál es el bien principal a proteger? Es el ambiental, que los vertidos se traten de forma adecuada. Estando además las desavenencias dentro del mismo Ministerio, que se rehaga el expediente, pero Maqua no puede esperar. Gastar dinero en nuevas bombas cuando el nuevo diseño puede ser distinto es un disparate. Solo es un problema de papeles y en Maqua la situación es de emergencia. La depuradora no se va a cambiar de sitio y el bien superior es el ambiental. Considero que habría que continuar con la contratación mientras se corrige el expediente. Pero el saneamiento no tiene fin. Cuando entró en funcionamiento esta depuradora ya había quedado obsoleta. La que se haga ahora acabará siendo obsoleta también. Los sistemas de saneamiento son vivos.

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