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Eusebio Poncela.Pentación

Eusebio Poncela | Actor, estrena en el teatro Palacio Valdés «El beso de la mujer araña»

"Siempre he sido muy marginal en este oficio y quiero seguir disfrutando de eso", dice Eusebio Poncela

"Hubo un momento en que elegía mis trabajos para saber qué haría si fuera Macbeth o el Dante de ‘Martín (Hache)’, pero ya se me pasó"

El actor Eusebio Poncela (Madrid, 1945) es, junto al bailarín Igor Yebra, el protagonista de la tragedia "El beso de la mujer araña", del escritor argentino Manuel Puig, un espectáculo que se estrena en el teatro Palacio Valdés, en Avilés, el próximo día 26. Pero sobre todo fue el actor predilecto de Iván Zulueta, el intérprete que dio vida al Dante de "Martín (Hache)", al Werther de Pilar Miró y Johann Wolfgang Goethe y, sobre todo, a Carlos Deza de la legendaria serie de Televisión Española "Los gozos y las sombras". Conversa por teléfono con LA NUEVA ESPAÑA.

–Parece que este papel suyo en "El beso de la mujer araña" estuviera escrito para usted.

–Pues no sé qué decirle. No es el primero que me lo dice. Dicen que Manuel Puig escribía como Corín Tellado, con todo el respeto para doña Corín. Lo que quieren hacer con este comentario es ningunear al muchacho... pero nada más lejos. La obra es muy compleja, inteligente y escurridiza. Acaban los dos muertos. Me da que Puig antes de ponerse a escribir se había visto "A huis clos", la historia esa de tres personajes en las puertas del infierno. Sartre le tuvo que afectar al muchacho. Juega al clásico de contarse películas para al final descubrir que se están contando la suya propia.

–Todo esto nació como una novela.

–Sí. Luego hicieron la obra de teatro, pero la historia del texto me la suda. Lo que me interesaba de la obra es el desarrollo de esos dos personajes: dos presos que son víctimas del terrorismo de Estado. Le han quitado los argentinismos, pero daba igual. Cuando Puig escribió esto no andábamos aquí muy lejos de lo que pasa sobre la escena: un homosexual y un comunista presos en la misma celda.

–¿Qué tal va siendo el trabajo?

–Estamos ensayando, ya lo sabe. Es difícil. Hay que estar muy atento para que no se te escape el personaje. Carlota Ferrer no hace naturalismo, no se crea. Monta nueve cuadros y, al final, hace un "collage". Como le decía, el personaje es tremendamente escurridizo. No es la típica maricona: guarda mucho debajo del pelo. No le puedes perder la pista. Son dos personajes tan opuestos en la misma cárcel... Se traicionan a sí mismos. El comunista es un intolerante sexual, pero, quizá porque es un ignorante. Le pasa igual al otro en la cosa política. Son víctimas opuestas, pero grandes personas. Estoy hasta las pelotas de tanto jefe de la mafia, de vampiros románticos y de otros hijos de la gran puta. Las dos víctimas quieren ser ellos mismos, quieren ser honrados y tan contentos. Ellos son los que, de verdad, encarnan la nobleza.

–¿Qué tal es trabajar con un tipo como Yebra?

–Coincidimos los tres –también Carlota Ferrer– en "Esto no es la casa de Bernarda Alba". Yebra bailaba todo el rato. Era una maravilla. En un momento dado se convertía en mi madre, la de Bernarda. Sudaba mucho y le tenía que abrazar. Y no me molestaba abrazarle. Y no había nada sexual en este gesto. Hacemos buenas migas. Yebra es tan misántropo como yo. Los ensayos están yendo como la seda. Igor Yebra no actúa: dice verdad.

–La crítica no fue muy benévola con "Esto no es la casa de Bernarda Alba".

–Como va a suceder con "El beso de la mujer araña". Aquel espectáculo era muy innovador. Y a este de ahora también le pasa igual. Siempre he sido muy marginal en este oficio y quiero seguir disfrutando de eso, de esa individualidad. Por cierto, ¿eres crítico?

–Sí.

–Nadie es perfecto.

–Estuvo en el histórico "Marat / Sade", de Marsillach.

–Fue uno de mis primeros trabajos. Era uno de los cantores.

–Pues sale en los libros de historia del teatro.

–Siempre fui mirado con los trabajos que he hecho.

–¿Qué me cuenta del "Hay que follarse a las mentes" de "Martín (Hache)"?

–Me lo gritan por la calle. La última cosa que hice antes de la pandemia fue "El sirviente". No me terminó de gustar, pero se llenaban los teatros: siempre colgaban el cartel de no hay localidades. Nunca me preocupó lo del público, pero antes de comenzar miraba por el agujero para ver quién estaba hoy en la sala. Me iban a ver el punk, el señor de 114 años, la burguesa... Y, luego, claro, el que había visto "Martín (Hache)". Mire, una vez estaba en no sé dónde y veo a una mujer que cruza la sala y me dice "Para mí serás siempre el de ‘Los gozos y las sombras’".

–¿Y quién era?

–Carmen Lomana.

–Vaya.

–Me lo dijeron luego.

–¿Y mola todo esto?

–Claro que mola. Lo que no molaría es que te ignorase el público.

–¿En qué trabajo se sintió más usted?

–He hecho muchas veces trabajos que he tenido que desarrollar aspectos que no conocía de mí mismo. Quiero decir que hubo un tiempo en que elegía mis trabajos para saber qué haría si fuera Macbeth o el Dante de "Martín (Hache)", qué haría yo si estuviera en la situación en la que ellos están, pero ya me pasó. Una vez me dijo la actriz Mercedes Morán que lo que hacía ella era vivir otras vidas, pero no estaba de acuerdo con ella. Ha pasado el tiempo y quizá porque ya me sé de memoria, o por lo que sea... sí, Mercedes Morán tenía razón.

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