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Fernando Álvarez Balbuena | Empresario y escritor

"Me entregué pronto con alma y vida a los negocios y salió bien"

"Mi afición era la enseñanza, hubiera querido ser profesor o catedrático de Derecho Político"

Fernando Álvarez Balbuena María Fuentes

El escritor y empresario Fernando Álvarez Balbuena (Gijón, 1933) fue uno de los fundadores de la Sociedad Económica de Amigos del País de Avilés y Comarca, una organización cuya presidencia de honor ostenta desde hace algún tiempo; mañana, sábado, recibirá de manos de sus compañeros uno de los premios anuales que otorga la entidad.

–Usted fundó la asociación que ahora le premia.

–Unos cuantos amigos y yo nos reuníamos en el café Pandora, luego pasamos a La Serrana y al final nos quedamos en hotel Ferrera.

–Y el objetivo de la Económica era…

–El mismo que tenían las grandes sociedades que se habían fundado en tiempos de Carlos III. Entonces, el Estado era una cosa muy pequeña y las sociedades de amigos del país lo que hacían era proponer asuntos que el propio Estado, por su pequeña magnitud, no podía llevar a cabo. De entonces acá, el Estado ha crecido muchísimo y ya sólo nos queda a las sociedades un pequeño reducto que es la cultura. Así que lo que hacemos son presentaciones de libros, conferencias, mesas redondas, cursos y cursillos. A eso nos dedicamos. Organizamos una o dos conferencias al mes. Solemos traer a personas que, por su interés, llenan las salas de conferencias. Siempre hay cosas interesantes, otras lo son menos. La única función que tienen hoy las sociedades de amigos del país ya no es construir ferrocarriles o puentes –eso lo hace el Estado, que es un gigante– sino la difusión de la cultura.

–Sus compañeros le reconocen ahora por vía doble: empresario y divulgador de la historia.

–Aparte de premiarme a mí, premian a Óptica Balbuena. Yo pertenezco a la cuarta generación porque la óptica la fundó mi abuelo José Balbuena en 1932. Luego vinieron mis tíos Faustino y Fernando Balbuena, que uno era relojero y el otro, óptico. Mi abuelo les compró un local en Avilés que estaba al lado de lo que fue la confitería Galé. Llegó la Guerra Civil y mis tíos fueron capturados y destinados a hacer fortificaciones para lo que ahora se llama bando republicano y entonces, el bando rojo. Y allí estuvieron los pobres hasta que se les liberó, pero después tuvieron que hacer el servicio militar con los que, entonces, eran los nacionales y ahora son los franquistas. Mi padre y mi madre se encargaron, mientras tanto, de la empresa. Mi padre se había librado de la mili y de la guerra –aunque estuvo en servicios auxiliares– porque tenía una miopía de cierta consideración. Los dos vinieron a Avilés y se hicieron cargo de la tienda. Mis tíos, cuando acabó la guerra, cuando acabó todo, dijeron: " qué no abrimos una tienda en Gijón?"

–Su abuelo, ¿había abierto en Avilés?

–Por consejo de don Félix Balbuena, que era un oculista muy famoso que hubo en Gijón. "Mira, abridla en Avilés porque en Avilés no hay más que una óptica y en Gijón ya hay muchas". Así que mis padres se hicieron cargo de la tienda cuando mis tíos abrieron en Gijón después. Y luego fui yo. Tuvimos una tienda en Llanes que abrió un primo mío. Mis tíos no tenían descendencia y me ofrecieron a mí crear un emporio, pero preferí tener una sola tienda antes que muchas y no poder atenderlas de manera adecuada.

–¿Y por qué se quedó con la de Avilés?

–Mi padre se murió muy joven, con 45 años. Mi madre se quedó al frente de la tienda junto a Hermenegildo Fontanillas y otros dos empleados. Les iba muy bien, pero de pronto esta ciudad explotó con la llegada de Ensidesa. Y hacía falta más gente.

–¿Cuándo pasaron al otro lado de la acera de la calle de la Cámara?

–Compramos una vieja casa donde estaban Los Telares, que era una tienda de ropa. Estaba estudiando Derecho y me pregunté qué iba a hacer al acabar la carrera. ¿Oposiciones? ¿Cómo dejas a tu madre al frente de una tienda en un pueblo que empieza a ir a más? Opté por quedarme en la tienda y poder ayudar a mi madre y liberarla de todo lo mucho que había pasado con las guerras y todo eso.

–Y entonces estudió Óptica.

–Sólo se podía estudiar en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Yo tenía que ir a Madrid. Cogía el coche todos los lunes por la mañana y volvía los viernes a mediodía. Por la tarde, los viernes, no teníamos clase. Pasaba el sábado y domingo aquí y el lunes, de vuelta para allá. Y así estuve dos añitos hasta que me diplomé. Luego las cosas cambiaron, se creó el grado en Óptica. La verdad es que me dieron bastantes facilidades para hacerlo libre. Estuve muchos años al frente de Óptica Balbuena con muchos empleados. Llegamos a trabajar allí hasta 25 personas.

–También fundó el colegio de ópticos.

–Cuando la óptica empezó a ser una profesión técnica precisaba de un colegio oficial y yo fui uno de sus fundadores. Esto me hizo viajar por Europa y Estados Unidos. Fui vocal del colegio durante muchos años. En aquella época ya teníamos 25 empleados y mi presencia continua en el negocio no era tan necesaria.

–¿La empresa funcionó bien?

–Sí, sí. Gracias a Dios, muy bien. Tuvimos 25 empleados, ya le digo.

–¿Y ahora?

–Somos 20. Se han ido jubilando. Siempre tuve gente muy buena, muy competente, tanto en la joyería como en la óptica. Me entregué pronto con alma y vida a los negocios y salió bien. Nosotros desde el principio tuvimos una visión integral del negocio. Tenemos nuestro propio laboratorio: montamos la lente en la gafa, la vendemos... Lo único que no hacemos es la propia lente. Así hemos ido funcionando hasta que mi hija Aurora estudió Óptica también, ya en Madrid, en la Complutense.

–Usted se ha ido apartando de los negocios.

–Mi afición era, desde luego, la enseñanza. Hubiera querido ser profesor o catedrático de Derecho Político. Estuve muy vinculado a don Torcuato Fernández Miranda. Me dijo en varias ocasiones: "Usted tiene más vocación para las Ciencias Políticas que para el Derecho". Cuando mi hija se empezó a hacer cargo de todo y yo pasé a la retaguardia estudié Ciencias Políticas. Me doctoré luego, por la UNED. Pese a todo esto, sigo yendo a la tienda todos los días; naturalmente, sin un horario fijo. Voy cuando me da la gana, pero sigo llevando la administración de la empresa. Las compras ya no, mis hijos se dedican más a ello porque están más a la moda.

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