Síguenos en redes sociales:

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Vita brevis

Germánico

Curiosidades sobre el mes de septiembre, en el que vuelve la vida cotidiana tras el parón estival

En pocos días comenzarán las clases y la mayoría del personal ya está de vuelta de las vacaciones, excepto nuestros diputadinos regionales. Parece que nuestros flamantes representantes, recién salidos de las urnas como quien dice, las van a alargar hasta octubre. Se supone que será para recuperarse del titánico esfuerzo de la campaña electoral, que les ha debido dejar exhaustos. Es algo que les debemos agradecer porque, al menos, así no nos molestarán durante este mes, subiéndonos esta tasa o aquel impuesto, ni aprobando nuevas normas que regulen hasta la hora en que tenemos que cagar, bajo penas de multa muy grave, grave o leve, según el retraso o, en su caso, el adelanto en la defecación sobre el horario legalmente dispuesto.

Septiembre es así el mes en que comienza el curso escolar tras las vacaciones docentes. Es también cuando se inicia un nuevo año judicial, una vez concluido el mes de agosto, que es inhábil para andar por los juzgados, salvo para cosas excepcionales que hay que atender por narices, como detener a los cacos y ponerlos a disposición del juez de guardia, que agosto es su temporada alta.

De esta forma, podría decirse que septiembre es el primer mes del año para estudiantes y profesores, para jueces y demás operadores jurídicos, y para un montón de gente que hace un parón en sus actividades para disfrutar de sus merecidas vacaciones. Tal vez por ello septiembre es el primer mes del año que no tiene nombre propio, sino que se designa por un número, porque septiembre significa sencillamente mes séptimo, aunque para muchos sea primero.

Su nombre es una de esas peculiaridades extrañas de este mes. Cualquiera se puede percatar inmediatamente de que no es el mes séptimo del año civil, que comienza en enero, sino el noveno. O sea que realmente debería llamarse noviembre. La cosa viene del primitivo calendario romano, que tenía diez meses y cuyo año comenzaba en el mes de marzo, que se llama así porque estaba dedicado a Marte, dios de la guerra, porque los antiguos romanos comenzaban sus campañas militares con la primavera. Luego añadieron permanentemente dos meses, que fueron enero y febrero, y se dejaron de andar adecuando el año cada poco, introduciendo meses cuando les parecía para que coincidiera el calendario con las estaciones solares. El caso es que no se les ocurrió cambiar el nombre a los meses séptimo, octavo, noveno y décimo, y así siguieron como septiembre, octubre, noviembre y diciembre.

Por aquella época antigua tampoco tenían nombre los meses quinto y sexto, hasta que a Pompeyo le dio por hacerle la pelota a Julio César y decidió dedicarle el mes quinto, porque había nacido en ese mes, y desde entonces lo conocemos como julio. Luego el Senado también se puso estupendo con el emperador Augusto y le plantificó su nombre al mes sexto, que así quedó como agosto. Septiembre, el pobre, se quedó sin nombre propio, a pesar de que el emperador Calígula lo intentó y lo llamó germánico, porque ese era su apellido, heredado de su padre, que fue un general romano muy popular y apreciado, que pacificó a las tribus bárbaras de Germania y de ahí le vino el apodo.

No tuvo éxito el intento de Calígula de llamar germánico a septiembre. Tras su muerte se olvidó el asunto. Ya saben que este emperador fue muy vilipendiado por la historia, que le retrata como un loco depravado. La verdad es que este emperador no debió de ser tan pérfido como lo pintaron, pues hasta sus biógrafos detractores reconocen que fue muy querido por la plebe, a la que bajó los impuestos, y por el ejército, a los que les subió la paga. Además, realizó grandes obras públicas, como extraordinarios acueductos o ampliaciones de puertos, y hasta el obelisco que hoy se yergue en el Vaticano a él de debe. Con quien sí se llevaba mal fue con gran parte de los senadores y de las grandes y poderosas familias romanas, que en varias ocasiones se confabularon para matarle, hasta que lo consiguieron. Ellos luego escribieron sobre su vida, que cargaron de tintes perversos.

Y así quedó que el mes noveno siga llamándose septiembre y que la fiesta de la Virgen de Covadonga no sea el día 8 de germánico.

Esta es una noticia premium. Si eres suscriptor pincha aquí.

Si quieres continuar leyendo hazte suscriptor desde aquí y descubre nuestras tarifas.