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El trapero

Feudalismo

Está de moda el arte urbano, el street art, la era posgraffiti, están de moda las medianeras y rotondas, las esculturas de los no escultores, la pintura de los que nunca supieron pintar pero les rondan mercados vergonzosos, coleccionistas sin escrúpulos, están de moda figuras geométricas y autopistas culturales por las que se circula cómodamente a gran velocidad, sin ver el paisaje y, para llegar más rápidamente a la nada, están de moda comisarios sin artistas y artistas sin palpitaciones que nada investigan. Hemos llegado a ese momento en el que los banqueros piensan en arte despreocupados por el dinero mientras nosotros -comentaba la anécdota Benjamin Weil-, sólo hablamos de economía y apenas nos dejan tiempo para reflexionar sobre lo artístico.

Y lo mismo sucede en Madrid, que se hizo un lío con la cultura discutiendo, todavía en estos tiempos, de elitismos y otros influencias de Laclau, que en Vigo con un Alcalde sin mapa conceptual y a la deriva cultural, lo mismo sucede en Avilés, que no encuentra su lugar petrificada la mirada en una época pretérita que en Oviedo donde se amontonan en la calle los belenes, con burritos y culos, y siguen, los nuevos munícipes trazando las mismas líneas que tanto criticaron, construyendo portales populistas. Y otros sitios, de alguno de cuyo nombre no quiero acordarme, continúan idéntica tónica cultural. No es una cuestión de geografía ni de ideologías sino de derrumbes, de no saber cómo tratar las fricciones, de impedir que se potencien las resistencias, de llenar huecos que son vacíos necesarios y no rellenar abismos.

Todo es lo mismo: se impulsa a los mediocres desde ideologías irreales que no reconocen la realidad, y estamos en manos de estúpidos, esa clase de personas que causan daño a otras sin obtener ningún beneficio, y ni siquiera llegan a grandes malvados como el personaje, tan inquietante de Negan en "The Walking Dead". Pero todo es lo mismo, se ensalza a personajillos que siguen escribiendo una historia que ya no se escribe y se relega a quien reflexiona desde la complejidad, se arrincona a quienes trabajan en nuevos atlas para relacionar el mundo con la cercanía y se exalta a los señores feudales que se envuelven en el elogio para ocultar sus carencias, aferrándose a la máxima "más es mejor". Y a los artistas se les vuelva a exigir que porten los estandartes de los actuales castillos, sean ayuntamientos o comunidades, sin saber lo que ven, ni saber que pensar, ni qué hacer.

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