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Saúl Fernández

Crítica / Teatro

Saúl Fernández

Amores locos, actores enormes

Lolita Flores se salta el orden divino y se enamora de quien no debe en una de las producciones teatrales del año, con Paco Bezerra como dramaturgo

La historia de Fedra es milenaria: salen en ella el rey Minos, el hilo de Ariadna y hasta Teseo, el héroe del Laberinto. Eurípides echó mano de ella. Y también Racine y Miguel de Unamuno. El último, Paco Bezerra que, entre otros premios tiene el Nacional de Literatura Dramática. El Centro Niemeyer se llenó a rebosar para ver la versión particular del amor loco, para ver a Lolita Flores a lo grande... una tragedia de "amour fou" sin dioses, con héroes y humanos desorbitados.

Sobre el escenario reina una puerta que asemeja una vagina y también la pantalla en que se refleja el dolor de corazón, de alma y de sentido. Se trata de una escenografía de Mónica Boromello que habla sola de todo cuanto va a ocurrir sobre las tablas: que Fedra decidirá amar a quien no debe, que quien no debe no la corresponderá y correrá la sangre.

La versión de Bezerra es perfecta: tiene el regusto clásico y carece de los achaques de la tragedia griega. La dirección de Luis Luque, tremenda. Y los actores, enormes. Sobremanera, Lolita Flores -gigante- y Críspulo Cabezas, que es un viejo conocido de los espectadores avilesinos ("Málaga", "El enemigo de la clase", "Amor platoúnico"...) Juan Fernández, que lo mismo hace una comedia que una tragedia dura, impone su poso con sabiduría. Tina Sáinz es la criada manipuladora y a Eneko Sagardoy le toca el papel menos atractivo de todos (el hermanastro envidioso, el hijo olvidado), y aún así contribuye a dejar mal cuerpo en los espectadores acongojados ante la tristeza (Aristóteles llamó a esto catáris). Lo malo de la función de antes de anoche es que el microfonado fue demasiado protagonista.

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