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La espinera

La última resistencia

La capacidad de los seres humanos para adaptarnos a las circunstancias adversas

La última resistencia no designa ningún movimiento activista contra ninguna ocupación aunque se asemeje a aquello de "la resistencia francesa".

La última resistencia no designa ninguna fase de escalada ni desescalada, aunque sí sea inequívocamente señal de resiliencia, de esa sorprendente y maravillosa capacidad que tenemos los seres humanos para adaptarnos a las circunstancias adversas.

La última resistencia solo es uno de esos grupos de guasap, en el que me vi incluida durante este confinamiento.

Generalmente, en este tipo de grupos, te incluyen por una u otra razón y, la mayor parte de las veces, sin preguntar. Es cierto que muchas personas optan por salir de estas agrupaciones por falta de tiempo, por saturación en el móvil o simplemente porque sí; pero en este, en el que al menos por el momento hay en torno a cuarenta personas, todo ha discurrido sorprendentemente bien: Hemos compartido temores y estadísticas, hemos buscado consejos de todo tipo y siempre había alguien que atentamente te respondía a cualquier duda o temor como si fuese en un servicio de guardia: ya fuese a la pregunta de cuál sería el mejor modo, dadas las circunstancias, de lavar una lechuga, ya fuese sobre la interpretación de una norma o de algún contenido de los boletines oficiales, ya fuesen consejos sobre un probable e hipotético viaje a Sudáfrica o qué hacer para evitar un posible repunte de este virus que, querámoslo o no, ha cambiado para siempre nuestras formas de vida y nuestras relaciones sociales.

Y sí también ha sido triste. A través de La última resistencia fue como me enteré de la muerte de Aute, de las sucesivas prórrogas del estado de alarma, del terrible número de muertos a pesar del descenso; pero también ha habido risas, chistes inocentes, música de disc- jockeys sobre todo los viernes y sábados durante la noche, conciertos de piano, recitales poéticos improvisados, surrealistas concursos de ensaladas y hasta marchas militares?

En La última resistencia compartí mi esperanzado y primer encuentro con las olas, pero gocé también, a través de los comentarios de otros compañeros, del paseo por el bosque de tomillo por tierras castellanas, de la costa salvaje de Almería, de la belleza de El Hierro, la isla encantada y turquesa, y de tantos otros lugares.

Pero lo que se llevó la palma fue el nacimiento de Victoria, esa niña tan esperada y simbólica, porque garantizaba la creencia de que la vida vencería una vez más a la muerte en este mundo. Eso, sí: ya tan distinto.

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