La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Juan García

Navidad enlatada (ingeniería social)

Sobre la intervención gubernamental para cambiar los hábitos de celebración del nacimiento de Cristo

¿Saben ustedes qué significa en el argot que usan las productoras de televisión y la propia televisión “un programa enlatado”?. Un “programa enlatado” no es otra cosa que un programa con un contenido definido y concreto que resuelve una situación definida y concreta en una determinada parrilla de televisión. Son programas que si bien no son totalmente herméticos, son de difícil modificación o intervención antes de ser lanzados al aire. También podríamos decir (para aún entendernos mejor) que son programas llave en mano, cerrados y listos para emisión.

¿Qué entiende quien escribe por lo que hoy titula “Navidad enlatada”? Una “Navidad enlatada”, entiendo yo, no es otra cosa que una Navidad intervenida gubernamentalmente, sujeta a estudios sociológicos de determinados comportamientos humanos, ante una obligada manera de celebrar tal periodo festivo, sin la más mínima intención de atender al espíritu eminentemente religioso, propio y genuino de la fiesta. Esto pasa desde luego, con el cristianismo y los católicos; no sé y lo dudo, si ciertamente pasaría en otras religiones.

Manifiesto testimonio de lo comentado es el hashtag, “#FuegoAlClero” que brilló con luz propia esta semana pasada en una red social, y sin que nadie, absolutamente nadie en ese preciso momento hubiera puesto ningún remedio para su inmediata retirada, hallándose como nos hallamos, por otra parte, en plena campaña contra las incitaciones al odio y a la desinformación.

A propósito: eché de menos a la Conferencia Episcopal al respecto. Para más información, no tienen más que indagar tan sólo un poco, en la red de redes. Y de momento ahí lo dejo, por no dar más pábulo al ofensivo e incitador hashtag y a su repugnante contenido.

Ahora reflexionemos juntos. Vamos a ver. Esto del covid-19, sus consecuencias, las medidas adoptadas y por adoptar y los resultados correspondientes, ¿me van a decir ustedes en esta reflexión conjunta que estamos haciendo que no hay alguien en este planeta que esté haciendo un acopio de información sociológica suficiente (sin saber ciertamente con qué fines) del comportamiento del ser humano ante esta sobrevenida situación? Yo hoy, solamente, quiero quedarme y centrarme en lo que concierne a la Navidad. Tiempo habrá otro día para analizar otro campo u otra situación.

Desde luego, en cuanto al anteriormente comentado hashtag, a la multitud de medidas adoptadas y por adoptar que en los próximos días se tomen en relación a la fiesta de la Navidad –es decir, a la conmemoración del Nacimiento de Cristo– no duden que alguien tomará buena nota de la pasividad notoria y manifiesta de los cristianos ante cualquier medida que se tomara por dura que sea; o al menos esa es la sensación que uno percibe de los inputs que la propia sociedad en la que vivimos rebota. Caben en este momento algunas de las siguientes preguntas entonces: ¿Es el principio del fin del cristianismo? ¿Alguien se está encargando de su ejecución? ¿Tiene nombre y apellidos el brazo ejecutor de este movimiento? Y sobre todo, ¿vamos a quedar de brazos cruzados los cristianos y los que no lo son, ante tal ignominia?.

Ya se viene tanteando años atrás el asunto sibilinamente, de muy diferentes formas o maneras y ha sido esta pandemia la que definitivamente ha puesto en valor o sugerido intuir una serie de maléficas intenciones e ideas inconfesables (al menos públicamente) como si uno no tuviera bastante con luchar y defenderse sanitariamente del virus asesino. Se me agota el espacio para seguir escribiendo.

Me van a permitir que me despida con un poema que escribí en 2015 y que compartí en el libro “Soledades compartidas” con mi entrañable amigo y correligionario Fernando Álvarez Balbuena y que titulé: “Poema de Navidad”:

“Ayer en la cena, nadie se acordó de Ti.

Hubo buenos manjares, buenos y caros caldos,/

los mejores manteles, y hasta las más bellas guirnaldas./

Es cierto que este año, hubo paz y concordia;/

paz y rara concordia, que hasta los niños tuvieron su paz.

Un tímido tarareo de villancico resonó y evocó la Nochebuena.

Fiesta, jolgorio, brindis, abrazos, besos,/

y nadie se acordó de Ti.

Deseos de paz y ventura, un vuelve a casa por Navidad,/

emotivo y amargo recuerdo hacia quien ya no está entre nosotros.

Fue Nochebuena en familia y no entiendo Señor,/

cómo siendo tu fiesta, nadie se acordara de Ti.

Hasta podríamos haberte cantado –qué menos– un cumpleaños feliz.

Hoy, no obstante, es Navidad.

¡Felicidades!

Pues eso, aprovecho otro año más para desear a todos, ¡Feliz Navidad!

Maldita sea la “ingeniería social”. Maldita sea.

Compartir el artículo

stats