Padres queridos, donde quiera que estéis, en la nada o en el viento, en el vacío o la luz, escuchadme un momento: no habéis dejado atrás más que un orbe asfixiado, un universo enfermo, más que impaciencia y miedo, incertidumbre y ansia, dolor y descontento; así que descansad en vuestra infinitud, velad desde la altura, seáis lo que seáis, esencia de rocío, ceniza, lluvia o niebla, velad por la salud de esta tierra aquejada, de este mundo indefenso. Custodiad los confines de este desierto humano, si es que, al marchar tan pronto, os donaron algunos atributos divinos. Servidnos de resguardo, sed valedores nuestros.

Necesitamos ímpetu, vigor y resistencia. Necesitamos ánimo, esperanza y aliento. Preservad los contornos de este presente exhausto, desviad la aflicción que tanto nos vulnera, impedid la desdicha de estos lapsos adversos. Necesitamos guías que nos abran camino. Llamas, teas o estrellas que iluminen las noches. Continuad siendo nuestros salvadores eternos. No canséis de mirarnos desde esa dimensión. No olvidéis bendecirnos en cada amanecida. No renunciéis jamás a prestarnos auxilio, sea desde la hondura, desde la nada o del cielo. No nos perdáis de vista. Necesitamos todo lo que al amor concierne: abrazos, corazón, cercanía, ternura, confidencia y afecto.

Padres queridos, tal vez estéis mejor en esa misteriosa lejanía sin nombre, en los anchos de ese otro paradero. Aquí las circunstancias son malas día a día. No van las cosas bien, no parece que vayan a mejorar tampoco. Nos faltan horizontes, nos faltan alicientes, a la par que nos sobran mentiras y tapujos, amenazas continuas e infundados recelos. Nos falta seriedad, unidad, compromiso; nos falta cohesión, complacencia, carisma, cordialidad, respeto.

Necesitamos más verdades, más candor y más decoro y nuevos retos. Y alegría que nos lleve a levantarnos. Y pujanza para enfrentarnos a esta extraña coyuntura. Porque nada es lo mismo desde hace ya algún tiempo. Nada es lo mismo desde que ya no estáis. Hay algo en todo que esparce pesadumbre, algo que no permite el brillo de antes, algo que nos perturba el exterior y nos apaga también mucho por dentro. Enviadnos indicios desde ese más allá, seáis lo que seáis, posadnos un indicio, lanzadnos un destello. Mientras tanto, seguiremos aquí, sobre esta superficie inestable y turbada. Acudiremos a lo único que permanece en flor, que es el recuerdo. Padres queridos, llega otra vez la hora de inaugurar un año, que llegue muy propicio, no nos dejéis solos; estad muy cerca siempre desde lejos.