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Fernando Álvarez Balbuena

Reflexiones sobre la amistad

Un vínculo que no está sujeto a imposiciones ni se rige por leyes

En estas fechas, tan propicias al trato fluido con los que nos son cercanos, parece necesario hacer algunas reflexiones sobre algo tan sutil y delicado como es la amistad.

La familia, que es sin duda la protagonista de las fiestas de Navidad y Reyes, nos viene impuesta inexorablemente, tanto por la propia naturaleza del vínculo, como por la tradición secular y religiosa, a la que se une también de manera voluntaria el trato especial con amigos y allegados

Los orígenes de la fiesta navideña son, como veremos, mucho más antiguos, no solamente en Europa, sino que, incluso en Asia, las fiestas del año nuevo chino, por ejemplo, se celebran también en reuniones familiares y de amistades desde hace miles de años.

Quiero decir, a modo simplemente ilustrativo, que las Navidades, tal como las conocemos hoy y todos sabemos, se iniciaron con el nacimiento de Jesús, pero lo probable es que Cristo no naciera en el frío mes de diciembre pues en este mes los pastorcillos no están al frío raso nocturno. Lo cierto es que en el Imperio Romano, en estas fechas, se celebraban las fiestas saturnales, en honor de Saturno y tales festejos tenían una enorme aceptación popular. Y sucedió que con la cristianización de Roma, se mantuvo la costumbre pero se cambió el personaje, con lo que los fervores populares se conservaron en bien de la sociedad pagana y de la religión cristiana. Dicho esto y rogando perdón por desviarme del tema de la amistad, diremos que esta es un vínculo voluntario que no se rige por medio de ninguna otra ley que la ley natural. Es estrictamente voluntaria y no está sujeta a ninguna imposición, aunque el buen funcionamiento de la misma exige que se cumplan las condiciones de reciprocidad, de buena fe y de una ética o, si se quiere, una moral estricta.

La amistad es por naturaleza libre y corresponde a un sentimiento sublimado del trato humano y del conocimiento personal y, en virtud de ello, se otorga voluntariamente a aquellas personas con las que simpatizamos o que tenemos lazos laborales, lúdicos y/o profesionales.

Pero dicho esto, no pensemos que la amistad es algo que se ejerce sin regla ni norma comúnmente aceptada y que es un sentimiento ajustable, modificable o banal. Los antiguos filósofos trataron este concepto con la claridad y precisión de que eran poseedores y que supieron transmitir de forma precisa y perfectamente inteligible.

Platón y Aristóteles principalmente estudiaron el tema de la amistad y nos dejaron muy claro que la amistad es un intercambio donde aprender a recibir y a otorgar, pero lejos de concebirse como un sistema de pagos, debemos recordar que “no es noble estar ansioso de recibir favores, porque solo el desgraciado necesita bienhechores, y la amistad es ante todo libertad”.

Aristóteles escribió de todo tipo de temas, y no dejó de tocar la amistad, algo que era especialmente caro para los griegos antiguos Según Aristóteles existen tres tipos de amistades. Los primeros dos tipos de amistad son accidentales y un tercero que es más intencional.

“El primero es la amistad de utilidad. En este tipo de amistad, las dos personas están involucradas no por afecto sino porque reciben algún beneficio. Esta amistad no es permanente, suele deshacerse cuando los beneficios se agotan. El filósofo observó que estas amistades utilitarias suelen ser más comunes entre los adultos.

El segundo tipo de amistad accidental es la amistad basada en el placer y ésta es más común entre los jóvenes, cuando el placer está más a flor de piel. Suele ocurrir entre amigos que participan en actividades deportivas, o que van a fiestas y beben juntos. Suele terminar cuando el gusto cambia o cuando una persona madura y deja de frecuentar este tipo de actividades sensuales. Ambas amistades accidentales son limitadas y no encarnan del todo lo que significa la palabra amigo, que viene de la misma raíz que amor.

El tercer tipo de amistad es lo que llamó la amistad de lo bueno. En esta amistad se comparte una apreciación de lo bueno y virtuoso de la vida y no se tiene una razón de sacar provecho. Estas relaciones suelen durar toda vida, siempre y cuando la persona tenga un cierto nivel de bondad.

De la misma manera que aunque todos podemos tener parejas y demás, son sólo pocos los que realmente aman, podemos tener amigos pero son sólo pocos los que tienen realmente amistades en el verdadero sentido de la palabra. Personas que carecen de empatía no pueden tener este tipo de relaciones ya que es necesario entregarnos, servir y dar nuestro tiempo a la otra persona.

Estas son amistades verdaderamente íntimas y profundas; suelen ser placenteras y benéficas, pero eso es lo de menos. Estas amistades no tienen un porqué realmente, como todo lo verdaderamente bueno y valioso existen por sí mismas, sin fines ulteriores”.

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