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Diario de a bordo

Los 300 esclavos negros de Menéndez (I)

El problema de la gobernanza de Cuba y la obligación de perseguir y exterminar a piratas del Caribe

La ciudad de La Habana fue fundada por Pánfilo de Narváez en 1514 y, prácticamente desde ese mismo momento, es acosada por la piratería internacional. Francisco I de Francia, resentido por la adjudicación de las tierras del Nuevo Mundo hecha por el Papa Borgia, va a financiar los ataques a las posesiones españolas en América. El primer ataque importante a La Habana se produce en 1537, repitiéndose en 1543. Pero fue en 1555 cuando se produjo el más sangriento, protagonizado por Jacques de Sorés, un hugonote normando apodado por su extrema crueldad “El Ángel Exterminador”. Tras atacar Puerto Príncipe, donde cometió terribles desmanes, se dirigió a La Habana, ciudad a la que saqueó, incendió casa por casa con brea y alquitrán, robó los objetos de oro y plata que encontró y quemó todas las naves del puerto. En su retirada asoló las haciendas que halló a su paso y ahorcó a todos los españoles y esclavos que cayeron en su poder.

Ante esta situación, y también por disponer la Corona que La Habana fuese el lugar de concentración de la Flota de Indias, antes de cruzar el océano de regreso a la metrópoli, es por lo que, en 1561, se ordena la construcción de defensas militares a la entrada de la bahía en otros puntos estratégicos.

Será el 31 de mayo de 1568 cuando el Rey Felipe promulga una Real Cédula por la que se nombra a Pedro Menéndez Gobernador de Cuba y Capitán General de la Armada de Guarda de Indias. El avilesino, que se encontraba en España, zarpa para América el día 29 de junio, llegando a Cuba en noviembre. En el nombramiento, el Rey le autoriza la Gobernanza de Cuba por medio de tenientes, algo que ya se hacía en Florida desde 1565. Menéndez tenía que compaginar el gobierno de la provincia con las obligaciones de perseguir y exterminar a piratas y corsarios del Caribe, cartografiar sus costas y consolidar los asentamientos de Florida. Por ello, durante su mandato nombró como tenientes gobernadores, sucesivamente, a Diego Ribera, Pedro Menéndez Marqués, Juan Alonso de Navia, Juan de Hinestrosa y Sancho Pardo Osorio.

El período de mandato de Menéndez coincide con una falta de apoyo de la Corona hacia los asuntos americanos. Las guerras de religión en Francia, que estaban contaminando las provincias españolas de Flandes, el levantamiento de los moriscos en suelo peninsular o el peligro turco en el Mediterráneo, concentraban la atención y esfuerzos del Monarca.

Cuando Menéndez de Avilés llega a Cuba el mandato fundamental del Rey es la construcción de fortificaciones para prevenir los ataques, sobre todo de los corsarios franceses. A su llegada se encuentra con una serie de problemas, entre los que destaca la falta de dinero para pagar a los canteros que trabajaban en las fortificaciones, el alimento de los esclavos negros que estaban empleados en ellas, así como para la compra de materiales. Además, Menéndez tenía que solventar el resto de las encomiendas reales, por lo que nombra teniente-gobernador a Diego Ribera.

En el verano de 1569 Menéndez viaja a España. El 22 de septiembre fecha en Sevilla una carta dirigida al Rey, con quejas sobre la actuación y las trabas de los oficiales de la Casa de Contratación. El 30 de enero de 1570, Diego Ribera envía una carta al Rey en la que le informa de los avances que se están produciendo en las obras de fortificación de La Habana, y de la necesidad del envío de dineros y esclavos negros para que trabajen en las mismas, pues los ingresos de las posesiones reales en la isla son totalmente insuficientes.

La estancia en España y la navegación por el Caribe provoca la impresión de que Menéndez desatienda la gobernanza de la provincia. El 18 de julio de 1570, un grupo de señalados vecinos de la ciudad de la Habana, liderados por Juan de Hinestrosa, envían una carta al Rey para recordarle que desde hace ya tres años no se había recibido nada de dinero para la obra de la fortificación de la ciudad, y que tampoco habían llegado los esclavos negros prometidos para su rápido acometimiento. Se quejan también de que habían tenido que suministrar bastimentos a la flota de Menéndez, y que éste había prometido que serían pagados por el Rey, sin que de ese adelanto tampoco se hubiese recibido nada.

En diciembre de 1570, desde Sanlúcar de Barrameda, Pedro Menéndez da cuenta por carta al Rey de una serie de cuestiones terminado con la atención a las necesidades de la fortaleza de la Habana, pidiendo el envío de los trescientos negros prometidos para trabajar en la fortificación de la ciudad: “Asimismo convendrá que que V. M. mande se tome el asiento sobre los treszientos negros qve han de ir a trabajar a la fortaleza de la Havana, porque conviene mucho que se acabe con brevedad y se ponga en defensa, porque lo que se va haciendo es muy poco y con mucho espacio… y esté V.M. advertido que con los demás Governadores que an sido de la Havana después de aquella fuerça se començo, se libravan en cada flota, ó á lo menos en cada dos, seis mil ducados para aquella fortaleça; y después que lo soy , no se ha librado nada, ni avi un real en la caxa, y hace hecho mucho mas de lo que se hazía della…”

El 16 de mayo de 1571, Pedro Menéndez escribe al Rey desde Sanlúcar de Barrameda, para comunicarle que se hace a la vela con siete galeones de la Armada con rumbo a las Indias, entrando en La Habana el 4 de julio y partiendo enseguida para el fuerte San Felipe, en Florida a donde llega el 22 de julio de 1571. Desde allí envía una carta al Rey en la que le comenta las incidencias del viaje, e insiste en la necesidad de recibir los esclavos negros y los dineros para poder terminar las fortificaciones, que el Soberano le había encargado: “…La fortaleza de la Havana, con la orden que yo he dejado el año pasado y dejo de presente, ase trabajado y travaxa lo posible; mas advierto á V.M. que todo es cosa de poco momento, porque no ay dinero para los obreros, ni comida, y pocos negros, y los materiales están todos prestes; que si por mis pecados aquella plaza los enemigos ganasen, la pondrán en toda buena defensa con gran facilidad; al servicio de V.M. conviene y aprovechamiento de su real hacienda, que si no se ha tomado asiento para que vengan los trescientos esclavos negros, se tomen luego é ynbien, porque dentro de dos años se acabará, como a V.M. escribí en Sanlucar, y acabada con que se vendan los esclavos, se comprará artillería necesaria para ella, y sobrarán dineros…”

En noviembre de 1571 el Monarca cumple su promesa y se toma asiento en la Hacienda Real de Madrid a un traficante de esclavos llamado Juan Fernández de Espinosa, para que entregue trescientos negros procedentes de Cabo Verde, (doscientos varones y cien mujeres, todos de entre dieciocho y treinta años de edad). El traficante realizó la primera entrega de ciento noventa y un esclavos, pero ya no se produjo ninguna más. El 26 de noviembre de 1572 Sancho Pardo Osorio, teniente-gobernador, informa al Rey de las obras en la fortaleza de la Habana: “… ya se han acabado dos “caballeros” [fortificación militar construida dentro de otra para defender y dominar las que la rodean] de la fortaleza a principios de enero, y se han armado los otros y se trabajaba en ellos, de modo que esperamos que a principios de junio de 1573 estén acabados y el foso terminado con la anchura prevista. Se comunica a V.M. el problema del exceso de mano de obra como consecuencia de la llegada de los esclavos, pues para darles de comer es menester mucho dinero, el cual no hay en la Real Caja de esta villa…”.

El 29 de abril de 1573 se fecha en Madrid una Real Cédula dirigida a los oficiales de la Real Hacienda de la Isla de Cuba, informándoles de otra remitida a Menéndez de Avilés, anunciando el envío del resto de los 300 esclavos negros destinados a terminar a la construcción de la fortaleza de la ciudad. Pero dichos esclavos nunca llegaron a la isla.

Pedro Menéndez había dedicado su tiempo como Gobernador de Cuba a gestionar ayudas en España para Florida, a perseguir corsarios y a cartografiar las costas del Caribe, dejando la gobernanza de la provincia a sus tenientes que fueron los encargados, bajo su supervisión, de las obras de fortificación de la capital de la isla. Esto es aprovechado por la Casa de Contratación y por el Consejo de Indias para recomendar, ya en marzo de 1571, la destitución de Menéndez.

En enero de 1573, sus intrigas dan resultado y comisionan a Alonso de Cáceres, juez de la Audiencia de Santo Domingo, para girar una visita de inspección a la Habana. En ese momento se le deja sin poder alguno de decisión a Menéndez, por su condición de investigado. Cáceres llega a la ciudad el 14 de noviembre de 1573 y el 13 de diciembre, Menéndez es cesado como Gobernador de Cuba y Capitán General de la Armada de Guarda de Indias, sustituyéndole Gabriel de Montalvo.

El avilesino recibe, al mismo tiempo que su cese, la orden de presentarse en la Corte por lo que llega a Sanlúcar de Barrameda en enero de 1574. Menéndez, antes de salir de Cuba, había dado instrucciones a Francisco Calona, maestre mayor de las obras de fortificación de la Habana, para el envío de una carta al Rey, cosa que hace fechándola en esa ciudad, el 26 de enero de 1574. En ella informa directamente al Monarca de los avances realizados en las obras, asegurando que la fortaleza está prácticamente acabada.

También da cuenta en el escrito de las continuas zancadillas, recibidas desde la administración española, para evitar que las obras avanzasen y que, como consecuencia de esas trabas, desde mediados de 1572 no se había podido realizar paga alguna a los obreros, salvo un único libramiento de cuatro mil ducados, recibido desde Nueva España, empleado en pagar a los oficiales canteros.

Esta carta cambia el panorama para Menéndez. El avilesino se presenta en la Corte y el Rey, contrariamente a los deseos del Consejo de Indias y de la Casa de Contratación, lejos de amonestarle o sancionarle le encomienda un nuevo e importante encargo: fortificar Santander, La Coruña y Lisboa, y hacerse cargo de una gran escuadra naval que se estaba formando en Santander, para acudir en ayuda de Luis de Requesens, en los Países Bajos. Es la penúltima gran jugada estratégica de Menéndez, que ya se encontraba muy enfermo.

El 8 de septiembre de 1574, en una solemne ceremonia en Santander, los altos oficiales de la Casa Real le entregan, con presencia de representantes de las más altas instituciones de la Corte y de la milicia, los pergaminos con los nombramientos y estandartes de su cargo de Capitán General de la Armada de Guarda del Norte, con la orden de zarpar cuando él dispusiese rumbo a los Países Bajos. Pero el 17 de septiembre de 1574 Menéndez morirá en Santander, dejando plasmada en el testamento, su voluntad de ser enterrado en la iglesia de San Nicolás de Avilés.

Conclusión: Los esclavos negros en Cuba ya existían antes de que Menéndez llegase. Por un lado, esclavos privados, que los particulares empleaban en sus haciendas. Por otro, los de la Corona, cuyo trabajo era la construcción de edificios oficiales y la fortificación de la ciudad.

Los esclavos negros que el avilesino reclama, mediante carta personal o de sus tenientes gobernadores, no son esclavos privados, que él ni tenía ni quería, sino los que la Corona había prometido a la Gobernanza de Cuba, antes de que Menéndez llegase a ella, para construir las fortificaciones de La Habana. Unas fortificaciones que el Rey le encomienda finalizar y cuya gestión, el avilesino delegará en sus tenientes gobernadores, razón por la cual será destituido por el Consejo de Indias, tras denuncia de la Casa de Contratación.

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