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Luis Suárez Mariño

Vidas nómadas

La autoexplotación voluntaria en base a la lógica del neoliberalismo

“Nomadland” la película documental dirigida por Chloé Zhao, galardonada con los “Oscar” a la mejor película, mejor dirección y mejor actriz principal para Frances McDormand, ofrece algunos aspectos dignos de reflexión. Frente al régimen autoimpuesto de subirnos cada mañana a una “rueda giratoria”, al modo de hámsters que disfrutan del juego –lo que el filósofo de origen surcoreano Byung-Chul Han llama de “autoalienación destructiva”– hay quienes se rebelan. ¿Pará qué ‘matarse a trabajar’? ¿Qué sentido tiene hacer girar esa rueda cada día hasta que no me queden fuerzas? Es el nudo gordiano de la historia que se cuenta en la película “NomandLand”, dónde a medida que transcurría el metraje se fue imponiendo un “silencio reflexivo” que se podía cortar.

La película está basada en el libro “Nomadland: Surviving America in the Twenty-First Century”, de la periodista y escritora Jessica Bruder, que escribió este libro-reportaje tras recorrer Estados Unidos en caravana y apreciar de primera mano cómo viven los nómadas post-modernos que recorren estados unidos de américa en autocaravanas y furgonetas de segunda o tercer mano, viviendo de lo obtenido con trabajos temporales precarios, en la recogida de la remolacha en Dakota del Norte, o limpiando los retretes y otras zonas comunes de los campamentos en el National Forest de California, o trabajando para Amazon en la campaña de Navidad, sólo durante el tiempo imprescindible para conseguir unos dólares con los que tirar luego unos meses, al margen de la “rueda giratoria”, escuchando una historia al calor de una hoguera improvisada o dejando que los últimos rayos del sol poniente calienten su tez, sentados tranquilamente y en paz en el silencio del desierto.

La película, que tiene factura de documental y ya había ganado el oso de oro en el último festival de Venecia, narra la historia de Linda May –interpretada magistralmente por Frances McDormand– una mujer que tras la muerte de su esposo, abandona su pueblo minero, asolado por la crisis, para explorar una nueva vida al margen de la sociedad consumista, optando por la precariedad del nómada que gana libertad y no le duelen prendas por trabajar, cuando es necesario, en los duros y no bien pagados trabajos, a los que antes me refería.

La película –como escribió muy acertadamente el crítico de cine Luis Martínez– vuelve a colocarse en un espacio virgen donde el viaje no es exactamente salida hacia lo desconocido sino entrada a lo que Schopenhauer, otro vaquero consumado, denominó (tomando el término de Kant) 'Noúmeno' , tomando el término prestado de Kant quién diferenció como “Noúmeno” aquello que es objeto del conocimiento racional puro, en oposición al “fenómeno”, objeto del conocimiento sensible.

Sentir, en estos tiempos de pandemia, tras meses de encierro y restricciones forzadas, cómo según transcurría en la pantalla esta historia sobre la voluntaria apuesta por un modo de vivir distinto imantaba a quienes, con mascarilla y distancia de seguridad, estábamos en la sala, explica que la película, por la veracidad y la filosofía que transmite, haya sido aclamada por crítica y público y haya obtenido merecidos galardones.

Frente a la propuesta del estilo de vida neoliberal –como escribe Byung-Chul Han en “La expulsión de lo distinto”– “ya no existe el otro como explotador que me fuerza a trabajar y me aliena de mí mismo. Más bien, yo me exploto a mí mismo voluntariamente creyendo que me estoy realizando. Esta es la pérfida lógica del neoliberalismo…Me lanzo eufórico a trabajar, hasta que al final me derrumbo. Me mato a realizarme. Me mato a optimizarme”.

“NomandLand” es algo más que una simple película documental sobre un modo de vida, en cuanto nos invita a reflexionar sobre cuál es nuestro propósito en la vida, sobre la importancia que damos al valor supremo de la libertad, hoy en decaimiento por el propio sistema económico y político que nos encorseta, en el que nos vemos inmersos, y para el que se nos educa. Aceptemos la invitación y, al menos de cuando en cuando, dejemos de girar constantemente como hámsters en la rueda, y vivamos una experiencia en contacto con esa naturaleza que nos llama a participar de ella, con su magnanimidad, su belleza y su dureza, y a reflexionar en soledad sobre nuestra existencia y destino, intentando escapar de las ilusorias expectativas que nos ofrece el mercado y su nueva forma de alienación que, como explica Byung-Chul Han, “ ya no se trata de una alienación en relación con el mundo o con el trabajo, sino de una autoalienación destructiva, de una alienación de sí mismo que se produce justamente en el curso de los procesos de autooptimización y autorrealización. En el momento en que el sujeto que se siente forzado a aportar rendimientos y se percibe a sí mismo como un objeto funcional que hay que optimizar”.

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