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Francisco Sánchez

Vita brevis

Francisco Sánchez

Hermosa electricidad

El coste de la modernidad para los bolsillos de los consumidores

Uno de los grandes avances de la humanidad fue la domesticación del fuego. Con ello se pudo cocinar la carne y los vegetales, haciéndolos más digestivos, con lo que se consiguió una mejor nutrición y el desarrollo del cerebro. También con el fuego se consiguió mantener alejadas a las fieras y atemperar los rigores el frío, además de iluminar la oscuridad, con lo que se posibilitó aumentar las horas de actividad, más allá de las diurnas.

Naturalmente, el fuego fue para los primitivos un elemento sagrado pues, según la mitología griega, fue el titán Prometeo quien regaló a los hombres parte del fuego de los dioses, por lo que Zeus lo castigó. No es de extrañar que se cabreara el padre de los dioses con ese gesto de Prometeo.

Tan importante era el fuego que, para que no faltara, se hicieron receptáculos que lo mantuvieran perpetuamente, bajo el cuidado de alguna casta sacerdotal, como las vírgenes vestales de Roma, a quienes se les prohibía casarse ni tener relaciones sexuales bajo pena capital, pero que, a cambio, tenían un gran respeto general, reservándoles lugares de honor en los banquetes, los juegos y el circo.

El fuego propiamente dicho apenas si se usa hoy, salvo para dar candela para encender un cigarro. Ya no se hace fuego para iluminar las casas y las calles, ni para calentarse, ni para guisar de comer, que ahora esto se hace en unas placas encimeras que se encienden tocando un botón o haciendo girar una rosca, que deben ser de cerámica de vidrio, aunque a veces se usan unos pequeños armarios que se cierran mientras una rueda hace girar un plato al que se somete a unas ondas con las que se calienta el contenido.

Desde la primera gran revolución industrial, allá por finales del siglo XVIII, el fuego ha venido siendo sustituido por la electricidad, de tal manera que conocemos a los impulsores de los impulsores sobre la electricidad, como a Coulomb, a Volta o a Ampere, porque dieron nombre a unidades de medida, tal que el culombio, el voltio o el amperio. Hay otros, claro, que completaron los estudios sobre esta disciplina, que ya prometía mucho, como se hace eco aquella cancioncilla que dice: “Es Avilés la ciudad más bonita y galante, / tiene comodidades de una ciudad grande. / Hay comercios de gran importancia, / juzgado de primera instancia / y hermosa electricidad.”

Que conste que Avilés no es única en ensalzar su modernidad, que hay una letra semejante para un lugar tan poco cercano como Mahón que, además de esa tela fresca y fuerte de algodón, es una ciudad de la isla de Menorca, que se la quedaron los ingleses al mismo tiempo que Gibraltar, aunque luego la devolvieron.

Actualmente, la electricidad es un recurso imprescindible, mucho más que era el fuego para los antiguos, porque aquellos podían sobrevivir sin fuego, pero ahora y tal como está la cosa, sin electricidad se paralizaría todo, que no habría ni como hacerse un potaje. Y tal que estando en estas, van y nos suben la factura que pagamos por esa invisible energía. La factura ya era para la mayoría un jeroglífico incomprensible, con consumos en kilovatios por hora, pagos por potencia instalada, alquiler del equipo, impuesto eléctrico y, al final, el inevitable IVA de lujo, para cuyo cálculo se incluye el impuesto eléctrico que, para mi modesta idea de rábula, leguleyo o picapleitos, es una aberración jurídica por ser un caso flagrante de doble imposición.

Hay una señora ministra del ramo, que hasta ahora pocos conocían porque no salía en los mentideros, que se ha hecho famosa con el sistema que ha inventado de pagar la electricidad según la hora en que se use, de tal manera que, para gastar menos, hay que convertirse en un búho nocturno, noctívago y nocherniego. Estará bien este cambio de costumbres en verano para andar a la fresca.

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