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Francisco L. Jiménez

Siempre avante, patrón

En memoria de Fidel Álvarez Garaot, un marino aguerrido de corazón bonachón que hizo de la pesca su vida misma

Tú, yo y todos los que viven de la pesca sabemos, estimado Fidel, que el año va torcido. Lo de menos ya era el covid, pues afortunadamente, y no sin mucho insistir, prevaleció la razón y os vacunaron a los pescadores para que pudierais trabajar con una preocupación menos.

Siempre avante, patrón

Pero el año empezó torcido y así sigue, vaya que sí. La peor costera de xarda en décadas marcó, para mal, la primavera. Un topetazo que tuviste contra otro barco te obligó a llevar a tu querido “Esmeralda Tercero” al astillero para reparar. No pudiste siquiera traer los primeros bonitos del año porque esta vez te fueron esquivos. Tampoco la costera del verano estaba yendo como para tirar voladores. Quiá, un año perro.

Pero, tú me lo dijiste más de una vez: las cosas de la mar no hay que tratar de entenderlas, hay que aceptarlas. Y con esa estoicidad propia de los navegantes curtidos, no gruñías por tanta calamidad sobrevenida en pocos meses, que tu maniobra preferida siempre fue la de avante.

No eras, bien que lo sabías, un pescador al uso. Tampoco precisamente diplomático, cosas de tu carácter. Bien que presumías de ser farriego –de Oviñana, vaya– y bromeabas con que tú eras la evidencia de que hasta los aldeanos pueden pescar si se lo proponen. La pesca no era en realidad tu trabajo, sino tu vida misma, que sin ella te habría faltado el aire que respirar.

Y pescando, dónde si no, en una noche serena de julio, muy al norte de ese mar Cantábrico que te habías ganado el derecho a tutear, se te paró el corazón bonachón que daba vida al prototipo del marino aguerrido, al pescador épico que se aventuraba con un barquín casi de juguete a ir a las Azores para traer a Asturias el campanu del mar.

Cuando exhibías las piezas pescadas en la rula de Avilés para la foto de rigor en el periódico, yo intuía en el brillo de tus ojos azules el orgullo del hombre que había logrado perpetuar un año más el ritual ancestral aprendido de los mayores.

Muchos son los que van a pescar, pero el “ser pescador” es otra cosa, es cuestión de estar hecho de otra pasta y tiene caros peajes que tú nunca rechazaste pagar. El último te ha arrancado de con nosotros.

Donde quiera que ahora navegues, que la mar te sea propicia.

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