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Juan García

“Avilés cojonudo”

La añoranza de una ciudad a la que, como “Los Irónicos”, muchos cantamos y a la que nunca debiéramos haber dejado de cantar

Aunque no de nascencia, pero uno y al paso de los años, se siente avilesino por los cuatro costados.

Corría el año 1958 cuando mis padres llegaban a Avilés desde San Claudio –donde nací– conmigo a cuestas y mis dos primaveras cumplidas, buscando bujío, buscando en definitiva donde acomodarse cerca del lugar donde mi padre empezaría a trabajar; concretamente en el economato de Ensidesa.

Enseguida encontraron morada en la cual vivir, en tanto se terminaban de construir varios bloques de viviendas en el barrio de La Luz, con las que el Régimen y la empresa estatal, beneficiaban a sus productores de entonces, que hoy llaman empleados. Al paso de los años y por casualidad, hace pocas fechas, me entero que nuestro casero en aquella primera vivienda recién llegados a Avilés, era Don Rafael García –fabricante de prendas de trabajo– suegro de quien hoy comparte conmigo esta sección en el periódico; de mi amigo Fernando Balbuena. Pues allí, encima del cine Ráfaga en La Rocica a un paso de Villalegre, en un cuarto sin ascensor, pasé gran parte de mi feliz infancia. El destino iba a hacer que desde aquel entonces a nuestros respectivos, ya casi, ocasos profesionales, la vida de dos no natos en Avilés –ya que Fernando es nacido en Gijón- iba a estar ligada de pleno a esta villa y sus costumbres; tanto que, –como es mi caso al menos– me siento como si fuera de Avilés, de toda la vida.

En aquellos años, 1957-58 se producían ciertos acontecimientos que algunos de ellos tendrían en el tiempo sus repercusiones y relevancias. Se inauguraba el primer horno alto de Ensidesa; el barrio de La Luz estaba en plena construcción; se inauguraba el cine Ráfaga (15-11-1957) el que más aforo tenía de Avilés y comarca, con más de 700 butacas, que junto a Marta y María, Florida, Clarín y Palacio Valdés, hacían de la oferta cinematográfica de Avilés un importante atractivo.

Con el paso del tiempo, mi familia sin embargo, padres y hermanos, retornaron a Oviedo. Pero yo aquí pasé mi infancia, mi juventud, aquí estudié el bachiller, me casé, aquí nació mi hija, aquí trabajé, aquí pasó todo lo que tenía que haber pasado. Pero no voy a contarles hoy mi vida, carente de interés para ustedes supongo, ni mucho menos. Sí que trataré de confrontar de manera muy somera, alguna pincelada que otra del Avilés vivido y disfrutado y de éste que hoy nos toca vivir. De aquel “Avilés cojonudo” que cantaban los inolvidables “Irónicos” –Tino (q.e.p.d.), Towue y resto de elenco– y de este entristecido Avilés, que por muchos devenires coyunturales, hoy nos toca vivir.

Cuando la “Sidesa” o la fabricona, como algunos conocían a Ensidesa (los que no trabajan allí) o como otros también la conocían, “la fábrica” (los que allí trabajaban) vertía humos, contaminación, y todo tipo de materiales que se consideraban insalubres, llegando incluso a hacer temblar a Avilés y alrededores aquel trágico año de 1971, cuando una válvula de un calderín se obstruyó y explosionó causando varios muertos y heridos, los avilesinos con eso y con todas, éramos un pueblo en plena efervescencia. La actividad empresarial poco menos que frenética, mantenía a una ciudad plena de vida. Pasear por las calles de Avilés y ver la actividad comercial de entonces, choca bruscamente con la inmensa red de locales comerciales cerrados a cal y canto que hoy producen una angustia sensiblemente notoria en la población, o al menos esa es mi sensación y así la describo.

Aquel transcurrir de aquellos felices días de nuestra infancia en Avilés, entre colecciones de cromos de “vida y color” que comprábamos en “casa la ñurra” o en “la criolla” o en tantos otros sitios; o de –y ya en plena juventud– las andanzas de “la ruta del vino” de Sabugo, en emblemáticos locales como, Sagari, Febos, Larjo´s, …, o las reñidas partidas de billar en las salas de juegos de Las Meanas o billares Majo, vuelven a chocar, también en Avilés esta vez, con las “playstation” o los “candy crush” que tanto absorben a nuestros jóvenes de hoy en día.

No tengo espacio para más. En fin, que uno añora –y cómo– aquel “Avilés cojonudo” al que entonces cantábamos, y que nunca deberíamos haber dejado de cantar.

¡Ah! Sin tener nada que ver con lo anterior, seguimos sin noticias de los autores de las famosas “cartas con bala”. Otra vez se archiva un caso por el cual corrieron ríos de tinta en España. La impunidad al alcance de la mano. Y es que algunos lo saben.

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