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Carmen Nuevo

A Rubén, in memóriam

De viaje a la infancia para despedir a un ser querido

Querido Rubén, nos has dejado inusitadamente tan solo hace unos días y junto a ese dolor de perfil incrédulo y duro que desgarra cualquier cielo, te echamos también profundamente de menos, porque más que un primo, te sentíamos como un hermano intermedio…

Pero volvamos al principio, a aquel principio de día azul o de pan blando y de helado de domingo, cuando en nuestras manos pequeñas sujetábamos las enormes rosas que lentamente acercábamos a la nariz para percibir mejor su aroma, posando para aquellas fotografías en blanco y negro.

Siempre blanco y negro, aunque nuestras vidas entonces pareciesen de color en una playa enorme y repleta de arena, en la que con cubos y palas y bañadores de rayas construíamos castillos y diminutas murallas que las olas, cuando llegaban, parecía que acariciaban, pero que, en realidad, destruían.

Pero volvamos al principio, a mis primeros zapatos de charol y a tus primeros playeros de cuadros, aquellos con los que pisábamos la hierba, la dura hierba, despreocupados, poniendo todo nuestro interés en encontrar algo en mi cesta de mimbre que estaba vacía; pero es que así entonces era nuestra mirada, la mirada de unos ojos ingenuos a la conquista de un mundo inexplorado y extrañamente feliz.

Siempre felices en los cumpleaños, entre tartas, juguetes, bombones y cohetes. Éramos niños a los que nada, en aquel entonces aparentemente faltaba, aunque enigmáticas las sombras ya entonces nos acechasen ambiguas. También sentados en aquel sofá de piel verde mientras yo sujetaba a mi hermano con aquel babero, que le cubría casi todo el cuerpo, aún creo estar escuchando vuestras carcajadas y, sin embargo, mi semblante era algo serio.

Y la abuela sujetándote en sus brazos en la casa de Salinas al lado del antiguo lavadero de piedra, otra instantánea remota de una vida de alba que hoy ya no es la tuya ni tampoco es la mía ni la de nadie, pues todos los astros, Rubén, aquellos que giraban a nuestro alrededor cuando éramos los protagonistas de aquel paraíso infantil y perdido se han apagado en un universo frío, insólito y solitario.

Querido Rubén, el tiempo pasará y, sin ti, deberemos aprender el modo en el que nuestro fiero llanto, aunque sea en silencio, se vuelva más esférico, más sereno, pero, créeme, no habrá un solo día por muy ligeras que transcurran sus horas, en el que dejemos de recordarte, porque tu biografía es la nuestra y porque más que un primo, eras para nosotros un hermano intermedio.

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