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Marisol Delgado

Marisol Delgado

Psicóloga

No nos callarán

Los ataques en redes a todo lo que tenga que ver con igualdad

Hace tan solo unos días, unas cuantas compañeras que nos habíamos reunido de comadreo salimos en una foto con el puño en alto en la edición digital de este mismo diario, disfrazadas de combativas trabajadoras de una fábrica de tabaco, tal y como Emilia Pardo Bazán las inmortalizó en su obra “La Tribuna”. Hasta cantamos en plan Tanxugueiras: “Somos nos, as mulleres obreiras, que gañamos o pan co tabaco, somos nos, catro mil cigarreiras”.

Pues pueden comprobar ustedes que, si bien hubo varios mensajes de apoyo, no hubo menos de censura, de cuestionamiento y hasta de burla –no, no fue por cantar mal–. Solo por el gesto de tener el puño en alto…

En diciembre de 2020, en nuestro país, alrededor de 250 escritoras, periodistas, músicas, cineastas, políticas y abogadas, entre otras, firmaron un manifiesto contra la violencia en línea a la que se ven expuestas de forma frecuente e intensa.

Insultos, amenazas (de violaciones y hasta de muerte), acosos de todo tipo por osar hablar de equidad, de feminismo o de violencia de género. Muchas de ellas han tenido que optar por tener un perfil bajo, por usar un pseudónimo o, directamente, por desaparecer.

Parece que las mujeres, cuando comunicamos, ya sea con palabras, con gestos o con el cuerpo, somos peligrosas y es preciso hacernos callar.

Puede ser porque, desde los inicios del patriarcado, vivamos en un Gilead más o menos sutil, más o menos soterrado. La historiadora Mary Beard y la antropóloga Marcela Lagarde han fundamentado en varias obras cómo a las mujeres se nos impone el silencio ya desde la tradición clásica. Ponen como ejemplos los escritos de Ovidio en los que se muestra cómo, en el mito de Tácita Muta, la trasgresión de las mujeres por querer tener el uso de la palabra conlleva un castigo terrible: la privación del habla cortándole la lengua, la violación y la reclusión en el inframundo; asimismo, señalan las palabras de un joven Telémaco a su madre Penélope en “La Odisea”: “Madre, vete adentro de tu casa y ocúpate de tus propias labores, el hablar compete a los hombres y, entre todos a mí, porque tengo el poder en la casa”; o cómo Sófocles y Eurípides mencionan que el silencio es un adorno para las mujeres.

En el siglo XIII, expone Alfonso X en sus Partidas Jurídicas que ninguna mujer podrá representar ni hablar por nadie, primero, porque no es honesto ocupar oficio de varón y, segundo, porque los sabios no quieren a una desvergonzada que enoje a los jueces con sus voces. Incluso, en el siglo XIX, se divulgaban carteles con imágenes de mujeres sufragistas con candados en la boca, porque así “serían más deliciosas”.

En pleno siglo XXI, el odio y la violencia machista en redes suponen un verdadero candado torturador que genera un impacto psicológico brutal que, además, se banaliza. Tampoco los hombres que hablan de igualdad en redes se libran, aunque con ellos se limitan más a términos como “planchabragas”.

En 2018 el Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas exhortó a los estados a adoptar medidas para prevenir la violencia contra las mujeres y niñas, también la que se produce en contextos digitales –pero no deben de exhortar con mucha contundencia, ni en esto ni en nada, ya vemos todos los conflictos armados que hay en el mundo que son incapaces de contener.

Sabemos que nunca se construye una sociedad mejor generando odios o quitando derechos. Seguiremos, pues, peleando para que nadie silencie nuestra voz y nuestro derecho a defender la más que necesaria equidad de género.

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