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Saúl Fernández

Crítica / Teatro

Saúl Fernández

Cárcel de amor

El Palacio Valdés se rinde ante la nueva versión de "El beso de la mujer araña"

Pedro Salinas escribió: "No tengo cárcel para ti en mi ser. / Tu libertad te guarda para mí. / La soltaré otra vez, y por el cielo, / por el mar, por el tiempo / veré cómo se marcha hacia su sino". Algo parecido a eso lo hubiera podido escribir también Manuel Puig, el autor de "El beso de la mujer araña", la más conocida de sus novelas. Dos presos penan por la revolución de intentar cambiar el mundo sin cambiarse a sí mismos. Un comunista y un homosexual, dos hombres con ganas de no perder su sed futuro a los que tratan de minar con golpes y traiciones. De todo esto va el espectáculo que los actores Igor Yebra y Eusebio Poncela estrenaron antes de anoche en el teatro Palacio Valdés, una historia trágica de conmoción que encoge el corazón y ensancha las almas. Amor constante más allá de la muerte, que dijo Quevedo: "Alma, a quien todo un Dios prisión ha sido".

El legendario editor Carlos Barral publicó "El beso de la mujer araña" a comienzos de los setenta. Una historia de opresión en plena época peronista. Pero esto da igual. Lo importante son esos dos personajes que coinciden –o los hacen coincidir– en la misma celda. A uno le cede el cuerpo Eusebio Poncela tan lleno de "glamour" como de genio. Da gusto escuchar el relato que hace de la triste historia de la Mujer Pantera. Es el homosexual que cuando responde cómo le han tratado dice estoicamente que "como siempre, como un maricón". Y pese a ello tiene el sueño de ser una mujer sumisa. Igor Yebra –que debuta como actor (fue una madre de Bernarda, pero sin dejar de ser el bailarín que ha sido toda su vida)– es el comunista, un hombre entero, también, lleno de sueños. Los dos, que piensan que viajan en trenes en sentidos contrarios, pero terminan chocando.

Carlota Ferrer propone una dirección que va del naturalismo a la "perfomance" (hay hasta un cuadro entero de sombras chinescas). Hay micrófonos que subrayan el cuento que materializa los sueños, pero el salto que va de esa ampliación a las voces naturales, a veces, cuesta atarlo desde el patio de butacas. Pasa también con el epílogo (demasiado redondo y uno no necesita que le expliquen todo). "El beso de la mujer araña", en todo caso, echa a andar desde Avilés. Tiene que ser uno de los espectáculos de la temporada.

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