Ricardo “Calo” Soto, empresario de turismo activo, reinventó el Sella, un río que había reportado notable riqueza a Cangas de Onís gracias a la pesca del salmón. En los años noventa del siglo XX, cuando los salmones ya no subían como antaño, las canoas con turistas tomaron el relevo en dirección contraria. Calo tuvo la idea y montó la primera empresa dedicada a un negocio que ahora se ha convertido en una de las grandes actividades turísticas del Oriente y que mueve millones de euros. Pero quizá, dice, ha llegado el momento echar el freno. Para no morir de éxito.

Ricardo “Calo” Soto Zaragoza se convirtió en héroe del imaginario popular de Cangas de Onís cuando en 1982 se convirtió en el primer cangués en ganar el Descenso Internacional del Sella en K-1. Pero, aun así, no son los brazos lo que mejor mueve este cangués de manos inmensas, recrecidas por tanto entrenamiento. De su cabeza, donde rema bien en el caudal de las ideas y mira largo, nació el negocio de los descensos en canoa del Sella, una de las grandes industrias turísticas del Oriente de Asturias. Junto a su hermano Antonio, “Ton”, puso en marcha la Escuela Asturiana de Piragüismo en 1991 y levantó las compuertas de un río de turistas que no cesó desde entonces, pero que ahora va a parar al masificar, que puede ser el morir. Descendamos con Calo por esta reinvención del Sella desde su fuente primigenia, a finales de los años ochenta, y hasta su desembocadura en este primer año pospandemia. En la piragua, remando desde el recuerdo de aquellos inicios para llegar al análisis del porvenir, guía Calo:

–La gran pelea que había dentro del turismo, a finales de los ochenta, era competir con el sol y playa. Lo único que se publicitaban eran las 30 o 40 playas de Llanes y Luarca, “la villa blanca de la Costa Verde”. También la Costa Verde para arriba y para abajo. Luego estaba el turismo religioso que venía a Covadonga y, a escala más pequeña, el turismo de montaña a los Picos. A la vez que estaba en competiciones internacionales, yo veía que, al contrario que aquí en España, se hacía muchísimo más deporte no destinado a competición, deporte recreativo. Me llamaba mucho la atención. Recuerdo en una prueba en Dinamarca a un paisano que iba con un crío pequeñín para afrontar una carrera de ciento y pico kilómetros. Me fijé y vi que al lado había un sitio de alquiler de canoas. Entonces empecé a darle una vuelta. Esto fue mucho antes de montar la empresa. Me decía: para cualquier asturiano tiene que ser un reto poder subir el Naranjo y bajar el Sella. Cosas que yo había hecho y me hacían sentir muy gratificado. Y pensé que podría hacerlo extensivo al resto de la gente. El problema es que no existían embarcaciones apropiadas. El Sella tiene el caudal que tiene y con la fibra de vidrio de aquella época te pasarías el día reparando las piraguas. Entonces fue cuando me encuentro en Francia con unas embarcaciones hechas en plástico y me dije: esto ya está. Y a partir de ahí empezamos a trabajar y a avanzar. Muchas veces no hay que inventar nada, solo hay que mirar qué es lo que están haciendo ahí fuera.

Palada. Vamos allá. Dan la salida del descenso turístico del Sella:

–El primer año fue un éxito brutal, en parte gracias a LA NUEVA ESPAÑA, con el primer artículo que nos hicisteis, que lo firmaba Tino Pertierra. Era 1991 y eso fue el inicio de la transformación de Arriondas como destino turístico. Arriondas antes era un cruce de caminos, era el sitio de parada de los autobuses que van para Covadonga o a la playa. Paraban aquí en el Campoamor, tomaban un café, echaban un pis, cogían las pastas y seguían camino. Y ahora se ha convertido en un destino casi imprescindible. El tema de los deportes de agua en aquel momento estaba muy en boga, pero luego estaba el valor añadido que tenía del Descenso Internacional del Sella. Empezamos, y eso creó el efecto imitativo. Fue como Taramundi con el turismo rural. Eso también coincide con un cambio en la mentalidad de los españoles, de donde viene el 90% de nuestros turistas. Antes no se concebía dentro del mundo turístico que alguien viniera a hacer deporte. Ahora Asturias ha pasado a ser el destino principal del turismo activo de España. Eso es por una característica que nos diferencia del resto de los territorios y de mercados. Cuando aquí decimos que tenemos de todo, es verdad. Tenemos todo y en muy poco espacio y eso es algo que destaca a nivel mundial. No es una cuestión de ego. Si viajas por el mundo y te dices “ahora quiero ir a esquiar”, tienes que desplazarte 4 o 5 horas como mínimo. Y si luego te planteas que quieres a hacer surf, ya te tienes que ir a tomar por el culo directamente. En cambio, aquí hay una gama de posibilidades en un espacio de 30-40 kilómetros. No lo encuentras en otros sitios. Siempre tuve claro que el futuro venía por aquí: por el atractivo que tenía Asturias en cuanto a su diversidad y capacidad de poder hacer diferentes actividades deportivas.

Y si ayuda la geografía, arrugada pero muy diversa y ahora con unas distancias de viaje muy asequibles gracias a la mejora de las comunicaciones, también soplaron a favor los cambios de hábitos sociales. Incluso el coronavirus, tan destructivo, se ofreció aquí a echar una mano:

–Antes, los españoles éramos muy poco dados a la actividad deportiva, pero fuimos evolucionando y a partir de la pandemia ya fue el no va más. La pandemia trajo cosas terribles. Obviamente, las muertes, pero también comportó un cambio sociológico importante, que deberían estudiarlo. Creo que nos cambió hasta el carácter. Yo creo que trajo cosas muy buenas. Con el cambio de carácter me refiero a que nos hizo mirar un poco hacia dentro y saber qué es verdaderamente lo que nos gusta. Además, como había cosas que estaban prohibidas, buscabas válvulas de escape. Solo recuerdo el primer día en que nos soltaron... Levanté la persiana a las siete de la mañana, miré y aquello parecía la Vuelta Ciclista, toda la gente salió corriendo. Pero sí es cierto que el poso quedó de ahí. Hay mucha gente que descubrió la montaña, descubrió que hacer actividades en la naturaleza es muy gratificante. En ese sentido, el virus ha tenido un efecto multiplicador. En zonas donde no veías absolutamente a nadie ahora llegas cualquier día y los encuentras. Yo vengo de pasar por el Fitu y había ahí siete u ocho coches de gente que estaban haciendo la ruta de subir al Sueve.

Es el momento, dice Calo, de remar todos en la misma dirección: hacia donde haya aire libre y puro. Ahora que, como apunta, “dejamos de estar tanto en los chigres; donde también vamos, pero de otra manera”. Hay que remar todos juntos. Que tomen nota en el Principado y los ayuntamientos:

–La empresa privada de alguna manera va a seguir su ritmo y acoplarse a esta tendencia de vuelta a la naturaleza, pero las administraciones también tienen que adaptarse: hay que cuidar los caminos, las sendas. Tampoco es volverse loco como se volvieron cuando llegaron les perres anteriores. Que se dejen de poner vallucas, que eso cuesta mucho. Sobre todo hay que desbrozar. Si tú tienes eso habilitado la gente vendrá. Ahora, si la gente tiene que andar peleándose con les cotolles…

Calo se gira un segundo en este K-2 al que se subió con un periodista que no rema y solo graba y toma notas. El campeón del Sella le hace un apunte:

–También una cosa muy importante que nos pasó a consecuencia de la pandemia: es que el español, que es poco dado a ser guiado, descubrió que ser guiado es un activo importante. Es mucho más gratificante ver el paisaje si te lo explican. De alguna manera es culturizarnos.

Llegamos casi al final de este descenso por el descenso turístico del Sella. Ya desde la orilla, Calo mira hacia el futuro y empieza a remar contracorriente:

–Hace falta ordenar el Sella. El descenso en canoa pasó de ser guiado a ser no guiado. Ahora es imposible guiar por la cantidad de gente que hay. Se produjo una proliferación importante. Un día de verano puede haber 5.000 o 6.000 personas un día en el río. Los chavales jóvenes que vienen a hacer botellón, encantados de la vida. ¿Pero una familia con críos, qué percepción se lleva del río? Además puede ser hasta peligroso. Tanta afluencia de gente te da una sensación de seguridad ficticia. Desde mi punto de vista, que no es compartido por algunos, creo que hay que limitar el número de embarcaciones. El espacio ye el que ye y no da para más. Esto puede tener, además, un efecto positivo. Al haber tanta oferta se produce una guerra de precios y una bajada de calidad. De otra manera, si estableces unos cupos, mantienes una cierta calidad y los precios pueden ser acordes. Ahora mismo bajar el Sella es la actividad más barata de turismo activo que hay a nivel mundial.

Una orilla turística que corre riesgo de saturarse y otra se dibuja como nueva frontera. Lo dice Calo, que ya vio bajar un filón inmenso Sella abajo:

–En Cangas, tras la Vuelta Ciclista, empezaron también a surgir los trail de montaña, luego la Travesera de los Picos y otras pruebas de atletismo. Yo creo que eso es importante no solo por la gente que viene a competir, también por todos los acompañantes. No me gusta la palabra desestacionalizar, pero esa puede ser una oportunidad de aminorar esa estacionalidad del turismo de verano. Cangas tiene que convertirse en la capital de la aventura de los Picos de Europa.