Dicen que la leyenda sobre el significado de la frase «el canto del cisne» se la debemos a Marcial y a Virgilio. Realmente, el cisne no canta, se queda en leyenda tal cuestión, pero suena bien como metáfora. Se anuncia una huelga en la sanidad pública, los médicos van a la huelga alegando que la administración sanitaria no cumple sus promesas de pagarles la hora de guardia a 22 euros. Independientemente de que yo piense que algunos profesionales de la sanidad pública no merezcan ni una limosna (cosa que sucede en toda profesión), los acuerdos se firman para cumplirlos. Examinado el documento o documentos del preacuerdo, los «lectores» del mismo y miembros de ASENCRO no dan crédito y me lo trasladan: palabras que no se entienden, corta y pega por doquier, tomadura de pelo incalificable, etcétera. Alguien ha puesto un ejemplo sobre el tema comparándolo con un niño que entra en una tienda de caramelos y le dicen: «¿Qué quieres?». El niño va y pide de todo y cuando toca dárselo, le dicen que no.

La realidad es que el Estado de las autonomías, el desbarajuste en la gestión, la falta de autoridad moral, de capacidad intelectual nos ha dejado a las puertas de la muerte de un hermoso cisne que era la sanidad pública en España.

Falta de organización, desmesuras por doquier, personas con perfiles desdibujados al mando de la mayor empresa de este país -algunos hasta carecen de él- han llevado a la quiebra del sistema público. Lo que comenzó con Girón de Velasco y un régimen dictatorial, pero que nadie puede negar construyó hospitales, dio cobertura al obrero, lo están destrozando liberales de derechas y no se sabe qué calificativo dar a quienes se dicen de izquierdas. Volveremos a meter en el calcetín un duro mensual para gastos médicos, los seguros privados serán cada día más potentes y los pobres no tendrán acceso a la sanidad como hasta ahora la hemos vivido. Olvídense, se terminó la fiesta. Aquí nadie ha impuesto la necesaria disciplina para que el sistema subsistiese, nadie ha tomado medidas claramente necesarias para proteger el derecho a la igualdad sanitaria de los españoles, nadie ha hecho nada más que hacer calcetines para las aseguradoras privadas; así de tremendo, pero así de sencillo. Este diario anunciaba la construcción de una clínica privada en Oviedo que aumentará sus camas de 25 a 100. El nuevo HUCA parece que tendrá menos de cien camas de las que tiene actualmente; por supuesto, hay que quitarle la U, de universitario tendrá poco, se van a pasar el día en el autobús profesores y alumnos.

Esta triste región no tiene 20 euros para pagar la hora de guardia a un profesional de la medicina, pero sí tiene 1.000 euros para abonar a los componentes del consejo de la TPA formado por representantes de los partidos políticos, de todos si no me confundo. Curioso. ¿Es justo que ganen los médicos esa cantidad? ¿Es justo que todos ganen lo mismo? ¿Es justa una carrera profesional basada en años de trabajo y no en el valor real como profesional? Analícese y si es justo se firma y se paga; si no lo es, no, pero tomar el pelo a los profesionales de la sanidad dejar sin asistencia sanitaria a miles de personas ni es justo ni es normal, y no lamento decir que en esta ocasión ASENCRO no puede defender más que esta posición: antes de pactar mírese lo que se pacta, menos rollos sociológicos que de nada valen, empecemos por los gestores sanitarios, veamos lo que ganan y qué méritos tienen y cuando tengamos gestores de verdad (ya no lo verán nuestros ojos) entonces empezaremos a poder lidiar con uno de los toros más grandes que tienen en el albero las comunidades autónomas. La oposición, por supuesto, apoyará a los médicos, pero no por motivos lógicos, lo hará por fastidiar y buscar votos, olvidando lo que grabaron a uno de sus miembros en Gijón y opinando sobre la radioterapia en esa ciudad, cuestión muy esclarecedora: aquí se busca el voto fácil, no el bienestar del ciudadano, que con el voto va el condumio de muchos que, de no estar donde están, no tendrían ni dónde caer muertos. Aplicable esto a todas las formaciones políticas, salvo las excepciones honrosas, que no dejan de existir.

Aquí no se muere un cisne cantando, ni siquiera un pato, aquí el tesoro sanitario ha sido convertido en un sapo feo. Las cigüeñas crotoran, las avispas susurran, los borregos balan y los sapos croan. Aquí se siente mucho balido y mucho croar. Una pena, que suene el réquiem, es lo apropiado, una «missa defunctorum» es lo normal en este caso.

Susana Pérez-Alonso

García-Scheredre

Oviedo