Insierto (Mieres),

C. M. BASTEIRO

Los Mártires de Valdecuna es una cita para curar cuerpo y alma. Fiesta y fe se unen para que los romeros, ante San Cosme y San Damián, se liberen de dolores y preocupaciones. No extraña que la celebración sea de Interés Turístico Nacional desde1969. La fiesta reunió ayer a cerca de 8.000 romeros, según fuentes del Ayuntamiento de Mieres, que acudieron a disfrutar del sonido de la gaita y el tambor, el sabor a bollu preñao y sidra y el colorido de los trajes regionales.

Los más devotos iniciaron la peregrinación hasta Insierto de madrugada para acudir a la primera misa por los santos sanadores San Cosme y San Damián, pero fue entorno al mediodía cuando la carretera de El Pedroso se convirtió en un hormiguero de romeros con muchas ganas de pasarlo bien.

Mientras los más rezagados subían, ya en el santuario de Insierto, las homilías a los santos sanadores se repetían cada media hora y, al final de cada oficio, los feligreses esperaban en largas colas para pasar el pañuelo por la figura de San Cosme y San Damián. «Si después de frotar el pañuelo lo metes debajo de la almohada, se te van todos los males», explicaba Puri Rodríguez, que asiste cada año a a fiesta desde Veguín y es una fiel devota de los santos sanadores. No era la única. La devoción quedaba patente con un solo vistazo a los alrededores de la ermita, donde se amontonaban centenares de velas encendidas, cada una con un ruego, esperando por un milagro. La espera de los feligreses para frotar a los santos llegó a alcanzar los 45 minutos hasta que se inició la misa mayor, a mediodía, que finalizó con la tradicional procesión de los santos.

Las figuras de San Cosme y San Damián rodearon la ermita de Insierto acompañadas por la música de la gaita y el tambor y arropadas por miles de romeros. Fue después del paso de los santos cuando la celebración dejó de lado la religiosidad y comenzó el programa lúdico de la romería.

La puya´l ramu, que se celebró en la campa, se resintió por la crisis. Hubo bollos de pan de escanda que costó vender y la mayoría rondaron los 20 euros. La rosca, el pan más grande que corona el ramu, se la llevó el teniente de alcalde de Mieres, Manuel Ángel Álvarez. Es la primera vez, según la organización, que un concejal puja por un pan en la fiesta. Después de terminar con la puya, llegó la hora del tradicional concurso de bailes regionales. Diez parejas compitieron, en el centro de la campa, por hacerse con el premio a los mejores bailaores.

Con el trajín de la mañana, los romeros se sentaron en el prau del entorno de la ermita de Insierto con el bollu de chorizo y mucha hambre. La sed se eliminó, como manda la tradición, con unos culines de sidra. José Manuel Menéndez, junto a sus amigos y familiares, fue uno de los muchos fieles a Los Mártires que ayer no se quiso perder la cita. «Cuando empezó a venir, todavía no había ni praos», bromeaba su amigo Marcelino González, con la bota de vino en la mano. Es ese ambiente familiar, el jolgorio y la devoción por los santos, lo que cada año empuja a Manuel Suárez y su mujer, Mari Luz, a acudir a la fiesta de Valdecuna desde Caborana. «Vinimos por primera vez hace cuarenta años, y desde entonces no nos la perdemos», afirmaban.

Después de comer, la fiesta se trasladó a la carpa de Insierto para celebrar el XV Festival de Tonada. Sobre el escenario, Oscar Fernández, Fernando Ruiz, Jorge Tuya y Noemí Torrado actuaron en una gala que se prolongó durante dos horas. Después, el programa musical cambió de tercio con la actuación de la orquesta «Pasito Show» y por la noche se celebró un concierto del grupo lenense «Spanta la xente».

Después de la actuación, nada de irse a casa. La fiesta se prolongó hasta bien entrada la madrugada con más orquestas y un DJ. Como canta Víctor Manuel en el tema que dedicó a la cita, los romeros de Los Mártires no dejan de bailar «mientras se escuche una gaita o haya sidra en el lagar».