Alto de Aboño,

Braulio FERNÁNDEZ

Ángel Varela lleva viviendo en el Alto de Aboño desde 1982, pero ahora comparte sus días de prejubilado con las excavadoras de la Autoridad Portuaria que, según parece, han adelantado el desmonte. En las últimas semanas han hecho desaparecer ya una casa mariñana, una cuadra, una escultura de la realeza española y una fuente histórica, y amenazan con hacerlo desaparecer a él, que preferiría pasar sus «últimos años de vida» en lo que llama hogar. Es el último habitante de un barrio con magníficas vistas, estos días lleno de cascotes y antaño ocupado por varias familias, que se ha puesto en el camino del nuevo puerto de Gijón.

«Lo que se está haciendo aquí es una atrocidad», lamenta Varela, quien ha visto cómo en los últimos años se ha quedado sin vecinos, hasta convertirse en el último habitante de una barriada de tres casas, antes cinco, en una encrucijada en medio del camino real de Candás a Gijón. Culpa a El Musel de los derribos sin licencia llevados a cabo por el Puerto de Gijón, pero señala con el dedo «a Tudela Veguín, que es propietaria de muchas parcelas», e, incluso, «al representante de los vecinos de Carreño, Ángel Riego, quien sabía desde hace dos semanas que esto iba a pasar y ahora se hace el sorprendido, mandando hacer informes a los abogados», manifiesta Ángel Varela.

Muchas miradas, en Candás y en Gijón, se fijan ahora en él, porque sobre el Alto de Aboño pesa un proyecto de desmonte que afectará a las poblaciones circundantes y, de modo inmediato, a su casa, de la que es inquilino desde hace casi treinta años, situada en medio del terreno amenazado. «Yo pagaba un alquiler a los antiguos propietarios de la vivienda, que ya se marcharon, y luego pasé a pagar la renta a los nuevos, que son los señores de Tudela Veguín», explica un Varela que en el mes de noviembre se vio sorprendido por «unos hombres trajeados de la Autoridad Portuaria que venían a avisarme de que la Guardia Civil me desalojaría. Los del Puerto de Gijón pensaban que yo era un okupa; de hecho, así me llamaron, el okupa del Alto de Aboño, pero tuvieron que rectificar cuando les mostré los recibos de la renta», indica el vecino, quien cree que Tudela Veguín «les metió un gol a los del puerto porque el dinero del alquiler se lo pago a ellos y saben perfectamente que no soy ningún okupa».

Varela opina que las opciones de El Musel están claras: «Si hacen desaparecer a la gente del barrio, ya nada les impide llevar a cabo su proyecto de desmonte». Dicho proyecto prevé la eliminación completa del accidente geográfico, permitiendo así la ampliación del espacio portuario al oeste de la ría de Aboño y liberando de paso un gran volumen de material para completar la obra del nuevo dique portuario.

«Quieren echar a los habitantes para luego no tener que dar explicaciones a nadie de lo que hacen, de manera que este barrio va a desaparecer de la faz de la Tierra. Pero el alcalde de Carreño podría impedirlo», explica. A su juicio, lo que la Policía hizo a comienzos de semana elaborando un informe de los derribos producidos no fue más que «un papelón», puesto que ya fue «avisado el 29 de diciembre por la Asociación de Vecinos del Alto de Aboño de las intenciones de la Autoridad portuaria, así como de otras actividades de Tudela Veguín».

Varela acepta su nueva situación, la convivencia con las máquinas de El Musel, ya que «no tengo medios económicos para que me defiendan judicialmente. Pero tengo claro que no me pueden echar, no me pueden comprar ni expropiar. Soy un inquilino, pago mi alquiler puntualmente y quiero seguir viviendo aquí».

Mientras tanto, unas excavadoras de la UTE Dique Torres llevan a cabo trabajos de movimiento de tierras en donde comienza la ladera oeste del alto de Aboño. Están a pocos metros de la casa donde vive Ángel Varela, y a más de un kilómetro del puerto de Gijón.