Candás,

Braulio FERNÁNDEZ

Un milagro capturado en la fracción de segundo que tarda el objetivo de una cámara en cerrarse. Ésa es la historia de Georgina Brooks, una inglesa de 57 años, fotógrafa profesional, aquejada desde hace siete de la enfermedad neurológica degenerativa e irreversible de Corea de Huntington. Sufre espasmos, movimientos exagerados y muecas repentinas. Algo que por ley física, más bien médica, debería impedir algo tan preciso como enfocar y disparar con una cámara de fotos. Pero ése es el momento justo en el que Brooks obra el milagro, algo que los médicos no consiguen explicar. Su cerebro detiene la enfermedad durante ese instante, lo suficiente para capturar el paisaje. Una visión de la que Candás ha sido objetivo afortunado durante estos días.

A Brooks le ha ocurrido lo que a ese famoso escritor, compatriota suyo, autor de «Al sur de Granada» y de «El laberinto español», Gerald Brenan, que quedó prendado de España hasta quedarse siete años en Andalucía. Siete son los días que ha necesitado Brooks para que el panorama inmenso del mar frente a Candás le haya enamorado, a pesar de que todo empezó con la avería mecánica de su furgoneta a su paso por la villa marinera. Lo que ha provocado que su objetivo se detenga a escasos metros de «La marinera», mirando al mar.

«Quizás esto haya sucedido por alguna razón», medita Martin Butler, compañero inseparable de Brooks. Butler, también fotógrafo, relata la historia de la inglesa: «Cuando cumplió los 50 hicimos un viaje a Canadá, y fue a nuestro regreso a Inglaterra cuando le diagnosticaron a Georgina la enfermedad de Huntington». La noticia fue «devastadora» en un inicio, pero el espíritu combativo de Butler propició que impulsara a Brooks a «realizar algo que creyera que en su estado jamás podría hacer». Y así fue como decidieron recorrer el mundo para realizar fotografías de paisajes y fauna salvaje.

«Hay que ser positivo, afrontar la vida como llega, y Georgina decidió utilizar sus conocimientos de fotografía para ayudar a otras personas con la misma enfermedad», explica Butler. Y es que las fotos que Brooks realiza pasan a formar parte de una colección en venta a través de internet cuyos fondos son destinados «a gente que no tiene posibilidades económicas para afrontar una enfermedad».

«Con el Huntington tienes que tratar de mantener el cerebro activo, y Georgina lo estimula haciendo fotos», señala su compañero. La cuestión es cómo una persona que sufre espasmos musculares continuos puede templar la cámara, sostener la mirada en un punto y apretar el botón con el sosiego y la seguridad de un monje shaolín. «No tiene explicación médica, simplemente es Georgina», dice con el mismo zen Martin Butler.

«Ya es difícil en ese estado sostener un vaso de agua», reconoce incrédulo el presidente de la Asociación Asturiana de Corea de Huntington, Manuel Ángel Díaz Corro. «La dificultad de lo que hace esta mujer es máxima, no se puede comprender que en un momento se detenga», añade, porque, como explica, «el movimiento no desaparece, es permanente». Sin embargo, hay algo que sorprende aún más al dirigente del colectivo de enfermos de Huntington, que cuenta con algo más de 60 personas diagnosticadas en Asturias: «Esta enfermedad lo primero que provoca es apatía, y ella, por lo que pude conocer, es todo lo contrario». Díaz Corro reside en Candás y coincidió accidentalmente con ella por la calle. «Pensé que eran franceses, no me entendía con ellos, pero traté de explicarles que mi madre también tiene la enfermedad de Huntington».

En Candás, donde han podido fotografiar el mar que les separa de su Bournemouth de residencia, en el sur de Inglaterra, la pareja reconoce haberse sentido como en casa, algo que entusiasma a la fotógrafa, tras vivir el día del Pilar en la capital de Carreño: «Fue un día muy especial, vimos a la banda de música en la plaza, y fue encantador, como toda la gente que nos rodeaba, que es muy amable».

Martin Butler echa la vista atrás y confiesa los deseos que compartían ambos al abandonar la Universidad en Bournemouth: «Pensábamos en viajar por Europa haciendo fotos, pero desafortunadamente la vida a veces no es como esperas. Sin embargo, las cosas suceden por alguna razón, y quizás ella pueda servir de inspiración a otras personas, no sólo a enfermos de Huntington, también con Parkinson o Alzheimer».

Y se acuerda de su tierra para agradecer la ayuda de los propietarios de Abbotsbury Swannery, un hermoso lago en el que Brooks tiene la oportunidad de vender sus fotos. También pasear en el mismo lugar en el que su abuelo trabajó para Barnes Wallis, un famoso ingeniero inglés que empleó las aguas de aquel estanque en el invento de la «bouncing bomb», una bomba acuática de la Segunda Guerra Mundial popularizada en 1955 por la película «The Dam Busters».

En pocos días llegará el momento de partir. Podían haberlo hecho antes, porque la Fiat Ducato en la que viajan lleva reparada desde el viernes. Pero «por alguna razón, este lugar le sienta bien», dice Martin Butler de quien es «la prioridad de su vida». Ambos tratan de aprender alguna palabra más en español y preguntan cómo se dice «ayer» para contar alguna anécdota vivida con los candasinos.

Como a aquel autor inglés enamorado de Andalucía, al que el paisanaje rebautizó como don Geraldo, a los ingleses de Candás les faltan pocos días para ser don Martín y doña Georgina. Son ingleses sentados junto a «La marinera» de Antón, un sitio bonito desde el que tirar una foto, aunque la luz quede capturada tras la cámara y no delante de ella.

Aprovechando su prolongada estancia en Candás, Georgina Brooks ha realizado numerosas fotos con el mar como paisaje, como la imagen superior, una vista de La Pregona. También ha inmortalizado emblemas de Candás, como la propia «Marinera», la peña Furada (imagen de la izquierda) o el templo de los Océanos. Su obra se recoge en una página web bajo el nombre de «Journeys Dreams».