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Pravia

Luz para la literatura

La villa acogió las jornadas "Creatura", que abordaron el mundo de las letras desde diversas perspectivas

Mariano Antolín Rato, durante las jornadas de "Creatura". Pepe Monteserín

La Asociación de Escritores de Asturias (AEA), presida por Armando Murias, celebró en Pravia las XIII Jornadas de Literatura, "Creatura". Comenzaron el viernes con el poeta de Villalobar, Luis Artigue, que habló de historias suyas, y Diego Medrano, que denunció la falta de riesgo y de entusiasmo de muchos escritores; el encuentro coincidió con la entrega de los Premios "Príncipe", lástima por la Fundación.

El sábado, en la Biblioteca "Antón de la Braña", dieron la bienvenida el alcalde, Antonio de Luis Solar, Armando Murias y un servidor. A renglón seguido, la AEA entregó el Premio de las Letras, una escultura de bronce (de Jaime Herrero), a Mariano Antolín Rato, que "da el pistoletazo de salida en España a algunos de los postulados contraculturales de la generación beat", y a Roberto González-Quevedo, "que reivindica valores que identifican y dan coherencia a un pueblo y abren el camino al Surdimientu". A estos premiados se sumaron sus padrinos, Jesús Palacios y Esther García, para hablar de vanguardia y tradición; a Mariano, el vanguardista, traductor de Faulkner y Burroughs, poco le interesó la España oscura y mucho Norteamérica; Roberto, el tradicional, miró a su pueblo, Palacios del Sil.

Debatieron en la siguiente mesa Carlos Espina, bibliotecario, que aseguró que en las bibliotecas públicas no había un euro para libros; Valentín Teijeiro, de la Librería de Bolsillo, que lamentó lo mal que están las cosas y que estuvo a punto de cerrar su librería, y Jorge Salvador, editor de Pez de Plata, que habló de las dificultades de establecer sus catálogos en las librerías asturianas, así como de vender a los asturianos fuera, y cómo al cabo del día es editor cinco minutos y comercial el resto del tiempo.

En la sesión vermú, en el atrio, varios autores leyeron sus relatos que, para la ocasión, escribieron sobre Pravia: Silvia Álvarez y el refugio de la infancia; Raúl Castañón, empequeñecido; Rosa Cordero y el aroma de la mar; Raúl de la Cruz alza la malla por él; María José Cuesta y los paraísos del norte y del sur; Fernando Fonseca cabe por el ojo de la aguja; Lauren García y su pasión desfigurada de promesas; Ángel Prieto y el mar del verano; Manolo G. Rubio es de donde escribe; Chechu García troquela a Silo; Esther García, hortelana y repostera; Virginia Gil, dama de agua; Ricardo Labra y Oxímoron; Marcelo Matas Matagalpa; Armando Murias, entre Forcinas y Beifar; Jorge Ordaz y el anís; Jesús Palacios con sus películas, y Nieves Viesca que declamó al ritmo de la rueca.

De ahí a comer, al Patio del Balbona, fabes con almejas, carrillera y demás; cocina de Nuria Menéndez, espíritu de David, auxilio de Raquel Rey y servidos por Antonio Castro y el joven Aarón. Una siesta en el magnífico hotel donde pernoctó Jovellanos hace más de dos siglos y a las seis y media cita con José Havel.

Proyecciones

Havel moderó la mesa de Roberto Corte, dramaturgo, que separa el teatro de la literatura, para identificarlo con la carne viva y la seducción en directo; Caramés Lage, novelista, que quiso quitarle metafísica a tanto cuento; Ricardo Labra, poeta, que habló de la literatura como arte mimético y definió la poesía como un "no saber sabiendo", y Luis Arias Argüelles-Meres, columnista, especialidad en la que, a su parecer, caben todos los géneros y donde la heterodoxia y la genialidad (recordó a Fernando Vela) rompen con toda etiqueta.

Irene Matas de Iscar proyectó "Rubén en Asturias", un recorrido por lugares que frecuentó Rubén Darío en sus tres veranos en Asturias, entre otros, San Esteban, San Juan de la Arena y Pravia. Al finalizar, Heradio González Cano, poeta nicaragüense que reside en Oviedo, regaló al cronista oficial de Pravia el tensiómetro con el que el doctor Argüelles medía los biorritmos de Rubén Darío. Y a las ocho de la noche, hora del fútbol entre el Barcelona y el Real Madrid, una pena para los futboleros, ocupó la mesa Luis Artigue, estimulado por David Fueyo, a quien el leonés contestaba a golpe de poema, aplaudido por el público foráneo (poca gente de la villa, además de Cristina Jerez, la bibliotecaria, y Valle Iturrate, concejala), que llenaba la sala. Un Artigue, a quien los hospitales han marcado su vida, que habló de la Universidad del dolor. Partidario de la felicidad, con tan poco prestigio entre los escritores, advirtió de que apagar la luz no es manera de defenderse de las sombras.

Terminó la jornada con una cena y una velada en la Casona del Busto, con un recital literario dirigido y actuado por Virginia Gil y Ernesto Colsa (autor de "Cieno"), con música y voz de Pablo Valdés. Aquí también coincidimos con el espectáculo de la Luna, con quien, ahora sí, compartimos claridad.

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