Los diferentes caminos de Santiago fueron y son el mayor movimiento cultural de Europa, además del más antiguo, considerando desde su origen la importancia en los intercambios culturales, así como lo más apropiado para la difusión de los mismos y para mejor conocimiento de los pueblos.

Cuentan los peregrinos que hacer el Camino significa reflexionar sobre su vida interior, conocerse más a sí mismos. Otros lo hacían para ganar indulgencias visitando Jerusalén, Roma o Santiago, y otros para cumplir alguna penitencia, confiados todos ellos en cumplir lo previsto y disfrutar con la satisfacción de haber llegado a su destino. Pero el Camino les reserva alguna sorpresa que no figura en la hoja de ruta, especialmente los que se dirigían a Compostela, que contaban con ciertos riesgos, por lo que hubo necesidad de legislar varias cosas al respecto con el fin de evitarlos.

En las decisiones acaecidas en el Concilio de Letrán en 1123 ya hacen referencia a los cuidados que tenía que tener presente el peregrino, encaminados a velar por su seguridad, tanto física como material. Incluso se legisló al respecto, como ya queda dicho, precaviendo a los vecinos por dónde discurrían los diferentes caminos y recordándoles la obligación cristiana de prestarles socorro si fuera necesario, y también informarles de no poder cobrarles portazgo alguno, ya que, al principio, incluso los consideraban poco menos que mercaderes. Con esta normativa se intentó proteger al caminante tanto de robos personales como de su escarcela, el morral, la vestimenta, incluso de animales que les acompañaban, ya que mucha gente villana y maleante estaba al acecho para asaltarles en terrenos muy conocidos para ellos, pero completamente desconocidos para el peregrino. Cuentan los estudiosos del Camino que incluso se castigaba con la horca a quienes infringían las normas.

El Camino por el Norte fue el más saqueado dada la cantidad de vericuetos existentes, valles, escasos pasos para cruzar ríos. Otros salían a su paso ofreciéndoles posada o se hacían pasar por peregrinos que se ponían en camino para saquear a sus compañeros de viaje, e incluso la prostitución estaba presente, según cuentan las crónicas viajeras de aquel tiempo, repetimos que del siglo XII, explicando los pormenores de los diferentes recorridos.

Curiosamente, el Codex Calixtinus atribuido a los monjes de Cluny en el año 1139 describe el Camino y cita multitud de consejos para recorrerlo, y así evitar lo que anteriormente venimos citando. Y tal parece que novecientos años después va a ser necesario editar otro Códice moderno dada la similitud de casos -aislados- que conmueven al peregrino y que pueden crear una pésima imagen entre los caminantes actuales y los que puedan iniciar la ruta en el siglo XXI, y, de paso, hacer un llamamiento a los encargados de su custodia, que protejan debidamente al citado manuscrito, ya que los amigos de lo ajeno también trabajan fuera de los caminos, incluso en la misma catedral compostelana, como quedó demostrado.

Los hechos tristemente sucedidos recientemente por la zona de Castrillo de los Polvazares, con el asesinato de una peregrina americana; el atraco por parte de un fingido guardia civil en Tineo y el exhibicionismo por parte de un septuagenario por la zona de Villaviciosa nos hacen recordar aquellos alejados tiempos y ver cómo dañan la buena labor que vienen desarrollando asociaciones jacobeas en los últimos años.