Un "tipo realmente peligroso". Brayan Tuero Cuesta, el joven de 20 años detenido por infligir las puñaladas que mataron a Adrián Gancedo Solares, se ha ganado entre los residentes de Villaviciosa fama de individuo del que es mejor mantenerse alejado. "Cuando salía, siempre buscaba bronca. Le he visto ir a por una silla a un bar para darle a alguien, eso son ganas de matar", comentaba esta mañana un vecino de Villaviciosa que le conocía. Otra chica aseguraba que no era la primera vez que tiraba de navaja. E incluso se dice que en cierta ocasión, durante una celebración familiar, disparó a su propio padre -un individuo que también ha tenido problemas con la Justicia y ha visitado la cárcel de Asturias hasta fechas recientes-, hiriéndole en una oreja.

"Desde los quince años anda metido en problemas, con pequeños robos y una conducta violenta", dicen. En Bayones, de donde procede su familia, los vecinos le tenían pánico, porque andaba haciendo rally por los caminos del pueblo, a riesgo de llevarse a alguien por delante. "Esto se veía venir", aseguran. Luego está el consumo inmoderado de alcohol y las drogas. Los habituales de la noche maliayesa ya estaban sobre aviso de que Brayan Tuero era "una bomba andante", que podía explotar llevándose a cualquiera por delante. En "El Grillu Salvaje", el local donde Adrián Gancedo tomó su última copa, a Brayan Tuero le tenían prohibida la entrada, no lo querían ver ni en pintura.

El Ayuntamiento le dio una oportunidad y le formó en un taller de jardinería, obteniendo el diploma en febrero del año pasado. Ahora había montado una empresa de trabajos forestales. Su página de Facebook ilustra sus aficiones: los rallys, el snow-board, la pesca... Tiene varios perfiles, y en uno de ellos se le ve estrujando a un cachorro de gato. Tras una adolescencia náufraga, parecía que se estaba reformando. Pero ahora está en los calabozos de la Guardia Civil de Villaviciosa, a la espera de pasar a disposición judicial mañana lunes o pasado martes.

Los agentes le detuvieron ayer a las siete de la mañana, dos horas y media después de acabar con la vida de Adrián Gancedo, un hombre de 32 años, apreciado y querido no solo en la localidad de Rozaes, donde vivía con su abuela. "Era la sonrisa permanente", aseguraba de él ayer Olaya Arboleya, vecina de Rozaes. "Era un pedazo de pan, un chaval muy noble", añadía otro vecino, realmente fastidiado por la muerte de Adrián. Brayan Tuero ha dejado huérfana a una niña de diez años.