El pianista norteamericano Benjamin Hopkins conquistó ayer a los asistentes a la segunda jornada del Festival Internacional de Música con un concierto muy denso, marcado por dos sonatas de los últimos años de Beethoven con una fuerte carga emocional. La segunda parte también tuvo un importante aspecto emotivo, con la tercera sonata de Chopin, una propuesta muy seria para elevar el nivel del festival.

El solista se mostró muy cómodo en el concierto, tanto ante el público como por el recinto, que consideró "muy bueno, con muy buena acústica. Va muy bien con este piano". Aunque lo que más le gustó al músico fue "el techo, permite ver el cielo, es una idea genial, me encanta tocar mientras puedo ver el cielo".

Era su primera comparecencia en el certamen, que "no conocía directamente", aunque sí tenía referencias de él porque "un amigo me habló de este festival".

Un certamen alejado de los grandes circuitos musicales y un público diferente, pero que "reaccionó bien". Aunque tampoco estaba preocupado porque "incluso en los grandes teatros, con público habituado a este tipo de música, a veces no se reacciona con agrado".

Benjamin Hopkins mostró su agrado con el concierto porque "es una buena idea ir a sitios sin fama, es una oportunidad muy buena para el público, que normalmente no tiene acceso a ello, y también para los músicos, en un terreno nuevo".