"A pesar de todo lo que les pasó, seguían sonriendo. Yo no sería capaz". Esta es la lección de vida que ayer sacó la estudiante de primero de la ESO Paula Andrés Riveiro de la jornada que su instituto dedicó al Holocausto en la Casa de Cultura de Nava. Las imágenes, testimonios y relatos tampoco dejaron indiferente a Santi Entrerríos, que siguió muy atento las explicaciones de la profesora Gimena García Herrero: "Me da pena de todos estos niños que, por nada, los asesinaron". En esta idea también insistió Bárbara Coimbra: "sin haber hecho nada, que los matasen sin más, impacta", manifestó.

Rercordar la barbarie nazi contra el pueblo judío para que no se olvide es el objetivo de Gimena García Herrero, quien, además de la jornada de ayer, ha promovido sendas exposiciones en el insituto Peñamayor y en la Casa de Cultura con fotografías de Yad Vashem. Con los alumnos repasó el proceso desde la miseria de los guetos al paso por el horror de los campos de exterminio y de concentración hasta la liberación, con el final de la Segunda Guerra Mundial, los testimonios de los supervivientes y el valor de los justos de las Naciones, que arriesgaron sus vidas para ayudar a los judíos.

Los datos son escalofriantes. Pues los batallones de la muerte llegaron a asesinar a 1,2 millones de judíos. Pero Gimena García Herrero, profesora de Llingua Asturiana y licenciada en Filología Semítica, que residió tres años en Israel, donde estudió Literatura Hebrea Moderna, también les quiso enseñar una lección a los alumnos. Tras proyectar una fotografía en la que un hombre encañona con su rifle a un adulto y un niño, les hizo reflexionar: "No estamos libres de ser cualquiera de esas figuras. Ni el soldado con el arma en la mano, ni las víctimas". Pues, "a veces, en la vida, las circunstancias nos llevan a situaciones que no podríamos imaginar". Así que "no juzguéis con frivolidad esta imagen", les aconsejó, ya que podrían llegar a ser "el asesino, la víctima o el que observa".

Los estudiantes también se implicaron en esta actividad, cuyo relato siguieron con gran interés. Cada uno de ellos leyó algún testimonio de niños y jóvenes judíos que sufrieron la barbarie nazi. Por ejemplo, Jimena Corujo, impresionada porque "hubiera tantos muertos", y Ana Díaz se pusieron en la piel de la joven alemana Inge Auerbacher: "cuando tenía 7 años fui deportada con mis padres al gueto de Theresienstadt, en Checoslovaquia. Cuando llegamos, se llevaron todas nuestras cosas, salvo la ropa que teníamos puesta y mi muñeca, Mariene. Las condiciones del campo eran duras. Las patatas tenían el valor de diamantes. Tenía hambre, tenía miedo y estaba enferma casi todo el tiempo".

Una vez liberados, la vida tampoco fue fácil, explicó la profesora, pues las víctimas tuvieron que construir de nuevo su mundo y su identidad. Muchos se preguntaban: "¿y ahora qué?", después de haber sufrido tanto dolor y horror.