Con mucha emoción y alguna lágrima no disimulada se celebró hace unos días el acto de cierre definitivo del bar-tienda de La Barraca de Villameján, en la parroquia praviana de Inclán, tras más de un siglo de historia y de atender a una clientela de numerosos pueblos del concejo, así como de los de Cudillero. Más de medio centenar de vecinos de las parroquias de Villavaler, Escoredo, Inclán y Villafría acudieron a rendir homenaje de cariño y gratitud a Miguel Ángel Riesgo y a Alicia Álvarez, que llevaban al frente de este auténtico casino de pueblo más de medio siglo.

Miguel y Alicia son herederos de Manuel Argüelles Feito -abuelo de Miguel-, un madreñero somedano que hace 108 años recaló por aquí en busca de mejor vida, dejó la gubia y la azuela y creó un establecimiento en el que los vecinos han tenido siempre a su disposición los más variados productos sin tener que desplazarse a la villa. A partir de ahora solo queda en la comarca praviana el bar-tienda de La Peñuca de Vegafriosa.

En los momentos más turbulentos de la Guerra Civil, el bar-tienda de La Barraca fue saqueado, y Miguel nos recuerda: "mis abuelos tuvieron que marchar de aquí a las carreras, llevándose lo que buenamente pudieron, incluidas algunas pitas dentro de una 'goxa' y tapadas con una manta, aunque algunas acabaron afogándose por falta de aire". Y años después, vuelta a empezar partiendo de la nada. Trabajo, dedicación, formalidad, esmerada atención y servicio a los vecinos y reparto de mercancías cualquier día del año a la hora que hiciese falta.

"Yo llevo en La Barraca -señala Miguel- nada menos que cincuenta y tres años, aunque nací en Grado, pero vine para con mis tíos y con el tiempo conocí a Alicia, vecina de Inclán, con la que me casé; cuando yo me jubilé, hace pocos años, ella siguió con todo, pero ahora ya llegó el momento de que disfrute de un bien merecido descanso porque ha trabajado muchísimo, ya que es la que quedaba atendiendo todo esto mientras yo andaba de la mañana a la noche repartiendo mercancía a los clientes de los pueblos".

El bar-tienda de Miguel y Alicia de La Barraca ha sido un pequeño Corte Inglés porque había de todo. Aún el domingo estaba la mercancía, el bar y el almacén de materiales de construcción en perfecto orden. "Dentro de veinticuatro horas -concreta Miguel- ya no quedará nada. Vienen a recogerlo todo. Nosotros vamos a seguir viviendo aquí porque esta es nuestra casa y estamos muy a gusto, entre otras razones porque ya ves que estamos rodeados de familias enteras de los pueblos que nos quieren, como lo demuestra la sorpresa que nos han dado viniendo a vivir y disfrutar con nosotros las últimas horas de actividad de nuestro comercio".

En el año 1958 el bar-tienda de La Barraca vivió uno de los momentos más importantes de su historia. Se instaló el primer televisor de la comarca alta de Pravia. Y los partidos de fútbol eran seguidos por tantos aficionados que el bar se abarrotaba. Olivo García, de Vegafriosa, recuerda que "íbamos en un camión de transportar ladrillos de La Tejera, que lo llamábamos 'La Fotinga', cargado de paisanos en la caja hasta La Barraca para ver los partidos, y después nos quedábamos hasta las tantas cenando y jugando la partida". Y es que en La Barraca aún se jugó al tute y a la brisca hasta el último día. Diez jugadores bajo la lona de un recinto especial construido anejo al bar, instalación que montó Miguel por aquello de la ley que prohíbe fumar en los bares.

En el acto de despedida del bar-tienda de La Barraca, sus propietarios, emocionados, recibieron el cariño y el afecto de los vecinos de toda la comarca. Fueron numerosos los regalos que tuvieron de parte de los presentes y en el patio de Comercial Argüelles hubo fiesta hasta avanzada la soleada tarde del domingo. Nadie se quería marchar.

No era el adiós a Miguel y Alicia porque ellos seguirán en La Barraca. Era la despedida de un bar-tienda-comercio-almacén-bazar-estanco y hasta salón de lectura, porque no podía faltar LA NUEVA ESPAÑA esperando cada mañana. "La traía el panadero bien temprano todos los días de la semana. El periódico era tan importante como el pan". Pan y periódico recién horneados. Algo de un pueblo se muere cuando se queda sin su bar de siempre. Y éste tenía más de un siglo de vida. Estaba justificada alguna lágrima que detecté el último día en La Barraca de Villameján.