De manera deslumbrante la esperanza de vida global se duplicó en el siglo pasado para los seres humanos. Nunca antes la vida se había impuesto de forma tan determinante a las condiciones ambientales incluidas las terribles catástrofes bélicas e ideológicas que asolaron la época. En España la esperanza de vida al nacer supera, en la actualidad, los 80 años, tanto para mujeres (más) como para hombres (menos).
Recientemente una prestigiosa revista científica internacional situaba el envejecimiento saludable como uno de los principales desafíos para este siglo. No parece para menos. 617 millones de personas tienen más de 64 años y 126 millones han alcanzado los 80 años. Sus previsiones indican que estas cifras se triplicarán en el horizonte de 2050. Además, la progresión es imparable en todos los continentes y sólo África mantendrá una distribución de la pirámide poblacional similar a la actual.
Envejecimiento de la población por un lado y variaciones de la fertilidad por otro originan cambios demográficos con una incidencia notable, de forma global, no sólo en los cuidados sanitarios de las poblaciones sino también en la economía, política y en la sociedad de todas las naciones.
Es muy posible que muchos opinen que este análisis no va con nosotros, que se escapa de nuestra realidad cotidiana y , a lo mejor, tiene razón.
Sin embargo, ya hemos visto en ocasiones anteriores como, por fortuna, también en Noreña la curva de la población se inclina paulatinamente hacia los de mayor edad con incidencia directa en nuestra vida familiar, social y también económica incluyendo la diversificación de las actividades laborales.
Para enfrentarse al desafío de un envejecimiento saludable en su sociedad la Academia nacional de Medicina Norteamericana prepara inversiones de millones de dólares en la próxima década. Para nosotros el objetivo mucho más modesto comenzaría por el estudio de la situación real en la villa y el análisis de las propuestas de intervención sobre la misma hasta 2030.
