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La Noreña que entra en la nueva década

La necesidad de un empujón de la sociedad civil para que la Villa Condal afronte los retos futuros

La Noreña que entra en la nueva década

De la mano, fundamentalmente, de la industria cárnica comienza en la segunda mitad del siglo XX un periodo de notable desarrollo económico y social en Noreña favorecido por la atenta mirada de los poderes políticos y religiosos de la época.

La conjunción de un grupo de empresarios emprendedores con unos vecinos, hombres y mujeres, a los que el trinar de los pájaros al romper el alba encontraba en su puesto de trabajo, situaron a la villa en unos niveles de renta per cápita y cohesión social muy similares a los países occidentales más desarrollados y que ya gozaban de sistemas democráticos. Aunque débilmente, antes del final de la dictadura, su sociedad civil también empezó a mostrarse en público con un apreciable desarrollo del asociacionismo.

Fueron años de pleno empleo y de acceso masivo a la educación cerrando un círculo virtuoso de progreso y formación.

Pero la historia no se detiene. Primero decayeron los apoyos de los poderes políticos con el fallecimiento de Camilo Alonso Vega. La Iglesia después del concilio Vaticano II buscó también alejarse de los resortes de poder local.

Además, el ingreso en la Comunidad Económica Europea primero y posteriormente la globalización supusieron un enorme cambio en el modelo de industrialización que incluyó también a las cárnicas. Desaparecieron negocios familiares y la pérdida paulatina de empresas del sector en Noreña se hizo evidente. Hoy solamente unas pocas mantienen heroicamente los puestos de trabajo.

A pesar de todo, Noreña mantiene unos estándares económicos y de calidad de vida muy apreciables pero ha perdido el control de la situación. Al disminuir los empleos en el sector industrial, tiene que apoyarse en los servicios, en las rentas de jubilados y en los nuevos residentes para mantener un equilibrio inestable.

Nuestros jóvenes bien formados hace años que buscan su futuro lejos y sin posibilidad de retorno. Mientras tanto casas habitadas por una misma familia durante generaciones han sido vendidas o esperan comprador.

El avión de los años setenta se mantiene en el aire sin tripulación, controlado por el piloto automático. Mientras tenga combustible los pasajeros no tendrán motivos de preocupación. Solo a través de un nuevo impulso de la sociedad civil, Noreña podrá recuperar los mandos para enfrentarse a los extraordinarios desafíos que tiene por delante.

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