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Los bares, "orgullosos" de los polesos pese a ganar un 90% menos en el Carmín

"Hemos dado ejemplo al mundo", señalan los hosteleros, que tenían asumido el bajón por la ausencia de romeros del resto de Asturias

Asistentes ayer al Carmín de la Pola. FERNANDO RODRÍGUEZ

El Carmín de 2020 se desarrolló íntegramente en los bares de Pola de Siero. Con toda la actividad habitual cancelada por la crisis sanitaria, los establecimientos hosteleros -con su aforo notablemente menguado- fueron el punto neurálgico de las celebraciones del fin de semana. Los profesionales del sector extraen dos conclusiones. Por un lado, que los vecinos se comportaron "de manera excepcional, respetando en todo momento las normas de seguridad" y, por otro, que las ventas disminuyeron del orden de un 90% respecto a otros años.

Ese descenso en la caja, a pesar de que la única opción de festejar era acudir a los bares, se justifica en una bajada muy marcada en el número de personas que pasaron el fin de semana por la Pola. Frente a los "30.000 o 40.000 personas" que acudían cada año a la romería, este año la cosa se quedó prácticamente en residentes de la capital de Siero.

De esta situación da fe Berto Díaz, del Patio de Butacas. "Hubo una bajada importante, para nosotros mucho, ya que solemos tener bastante volumen estas fechas", explica el hostelero.

Aun así, el resultado no le quita la alegría, especialmente viniendo de dos meses de encierro y un periodo de incertidumbre. "Estamos contentos con el resultado a la luz de la situación", concluye Díaz, "agradecido" a los vecinos por "respetar todas las normas y que el Carmín fuera un ejemplo de comportamiento".

En la misma línea se pronuncia Juan Riestra, del bar La Flaca. Él recuerda que el pasado año, aún no tenían abierto el local, pero sí montaron "una especie de rincón cubano".

La comparación respecto al pasado curso apunta a un descenso "del 90% en la caja". Riestra explica que "quizá no se notó tanto los días más flojos, que son el viernes y el domingo, pero si fue extremadamente acusado el lunes, al no haber romería, con sus aglomeraciones".

Coincidiendo con Díaz y Riestra, Loreto García, de El Madreñeru, expresaba al final de la tarde del lunes su "felicidad por ver el comportamiento de los polesos, dando ejemplo al mundo", a la vez que reconocía que a nivel de ventas no había estado "ni cerca de un año normal".

En todo caso, la hostelera se contenta con que haya podido hacerse algún tipo de celebración, "mucho más comedida, como debía ser".

Finalmente, Borja Alcázar, del restaurante Abrelatas, entiende que se trató de un Carmín "atípico". Parte de su rareza respecto a otras ediciones ha sido la facturación, "que no ha tenido nada que ver con la de otros años", subraya el reconocido chef.

Esta celebración, "mucho más tranquila" de lo habitual, a juicio de Alcázar, también se vio influida por el buen tiempo: "Creo que mucha gente vio el sol y el calor y se animó más a tirar hacia la playa", concluye.

Y así concluyó el Carmín, dejando un cierto regusto dulce, a pesar de la situación en la que se desarrolló y de estar cancelada la fiesta. Fueron cuatro días en los que los vecinos de la Pola se volcaron en consumir en la hostelería local, cumpliendo con los protocolos de seguridad para evitar la propagación del covid-19.

A pesar de que Festejos no llegó a poder sacar adelante ni una sola actividad, sí que hubo misa, lo que dio algo de vidilla al vermú del domingo.

Otro factor destacable este año fue la ausencia de fiesteros venidos de otras zonas de Asturias y España. Salvo algunos amigos y familiares de polesos, que aprovecharon para acercarse a comer y tomar algo junto a sus allegados, no se produjo un desembarco masivo. Algo que preocupaba especialmente a las autoridades municipales y también a los hosteleros que, antes de que comenzaran las fiestas, advertían que les resultaría imposible acoger a las 30.000 personas de otros años.

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