Aunque solo fueron dos agentes los implicados, gran parte del cuerpo de la Policía Local de Siero desfiló ayer por el juzgado de la Pola. Algunos acudían como testigos del supuesto caso de amenazas y maltrato de un agente sobre otro. El resto iban a apoyar al suyo, al de su bando, escenificando la brecha y el mal ambiente que se vive en el seno de la organización. Más allá de las diferentes versiones que presentaron sobre los hechos -ocurridos en las dependencias policiales en el mes de marzo-, todos dieron cuenta de provocaciones y ataques entre las partes, en base a una "manifiesta mala relación", como vino a reconocer el abogado de la acusación.

Sabedor el magistrado de esta circunstancia, advirtió de antemano que los testimonios debían limitarse a lo acaecido el 8 de marzo de 2020, a las 22.30 horas, en las dependencias policiales.

La versión de la acusación, sustentada en tres testigos presenciales, habla de golpes leves y amenazas. Según el denunciante -del sindicato USIPA y anteriormente del CSIF-, un compañero -del sindicato rival, el SIPLA- llegó a las dependencias, fichó y fue hacia el grupo donde se encontraba él, con otros compañeros. Entonces le cogió la cabeza, la acercó a la suya y le dijo: "Si tienes algo que decirme, dímelo fuera".

Ante lo sucedido, según relató el denunciante, acudió al por entonces jefe en funciones de la Policía -afín sindicalmente a él- para informarle de lo ocurrido.

El abogado del demandado trató de preguntar si existía una enemistad entre las partes, algo que el juez cortó rápidamente, apuntando que es "un hecho notorio".

Lo confirmó el denunciado con su declaración, en la que rechazaba las acusaciones de haber amenazado y maltratado a nadie, advirtiendo de un intento de los agentes del otro sindicato para que le sancionaran y quitarle el arma. Según su relato, entró en las dependencias, fichó y acudió a pedirle explicaciones al demandante por unos carteles que había colgados en el interior. "Eran carteles con fotos de jabón de Chimbo y similares, haciendo referencia a que alguien olía mal e iban por mí", contó el policía al juez.

En todo caso, rechaza que le hablara en tono amenazante, ni que le golpeara de ningún modo. Eso sí, admite que empleó las palabras: "Si tienes algo que decirme, dímelo fuera del trabajo".

Una vez terminó el encontronazo, y siempre según la versión del denunciado, representantes de ambas facciones volvieron a encontrarse en el vestuario, "sin que se dijera una palabra al respecto". Su sorpresa llegó cuando unos días después le retiraron el arma: "Al día siguiente el concejal de Seguridad en funciones me dijo que el jefe 'accidental' (refiriéndose así al comisario temporal) le había pedido que se me retirara el arma. Él dijo que no era suficiente, pero el comisario accidental recurrió a instancias superiores, al Alcalde".

Desde entonces y hasta que se nombró definitivamente a un comisario jefe, venido de fuera del cuerpo, el denunciado estuvo ejerciendo su trabajo sin arma.

En su testimonio, reflexionó que "el jefe accidental quería hacerme el mayor daño posible, pues le había denunciado yo anteriormente por amenazas a través de Wasap". Un caso que el juzgado no llegó a admitir a trámite.

Los testigos de la acusación, todos presenciales, aseguraron haber visto y oído la agresión. Salvo uno, que dice que se encontraba en la cocina y que, si bien vio cómo le cogió la cabeza, no oyó lo que le dijo. Por su parte, los de la defensa, no presenciales, apuntaron que a su llegada a la comisaría, minutos después, nadie mencionó nada de lo sucedido ni informó. En lo que coincidieron ambas partes es en que la pega de carteles "jocosos" hacia otros compañeros, por las dependencias, "es algo habitual".

Las partes también difirieron a la hora de solicitar condenas. Mientras la acusación pide 1.800 euros de multa, por dos delitos leves de maltrato -sin parte médico- y amenazas; la defensa ha solicitado la libre absolución, entendiendo que no hay pruebas objetivas.

A la salida, como sucedió también en la puerta de la sala, los agentes de cada uno de los bandos se arremolinaban en corrillos con los suyos, mirando a los otros en la lejanía, bajo el sol plomizo. Si algo quedó claro en el juicio es que la brecha dentro del cuerpo es enorme.

Las diferencias entre facciones, la mayoritaria del SIPLA y la minoritaria del CSIF -ahora con algunos miembros en el USIPA- comenzaron hace una década, cuando por diferencias en otro caso judicial se acabó por formar la escisión del CSIF, con agentes separados del SIPLA. Mientras la facción mayoritaria gozaba del favor del por entonces jefe, los otros mantenían un enfrentamiento con él, denunciando su gestión y se veían perjudicados. Desde octubre del año pasado entró en juego la figura del Alcalde, que también se enfrentó a la sección mayoritaria.