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Tino Fombona, nueve décadas de pasión por la música

El noreñense, apodado “La voz de tergal” y que cumple hoy 90 años, sigue cantando en un coro de Lastres tras toda una vida reinando en los escenarios

Tino Fombona, en una imagen reciente. | Ángel González

En la edad dorada de las orquestas, un noreñense era el auténtico rey. Florentino García Fombona, in arte “Tino Fombona”, vocalista superdotado, era el cantante más aclamado en las verbenas y los escenarios populares. Nadie definió mejor sus cualidades que Pepito Suárez, otro divo de la canción, quien hace muchos años, en una gala, le dedicó una presentación convertida en eslogan y en apodo perenne: “La voz de tergal, la que nunca se arruga”. Un hallazgo equiparable al del plumilla que rebautizó al “Piru” Gaínza como “El gamo de Dublín”. Tino Fombona, cantante todoterreno que llegó a compartir cartel con Raphael, Lola Flores, Serrat o el “Dúo Dinámico”, cumple hoy 90 años.

En la trayectoria de Fombona hay un momento crucial, que marcó el inicio de una carrera que abarca siete décadas: el concurso de canción organizado por la Comisión de Festejos “San Antonio”, de Colloto, en el año 1950. Fombona, entonces con 19 años, se apuntó formando dúo con el también noreñense Jesús Cuesta. Haciendo gala de su origen común, se bautizaron como el “Dúo Condal”. La competencia era dura y se prolongó durante varias semanas, por un sistema de eliminatorias. Al final, solo podía quedar uno, que en este caso eran dos, y los noreñenses se llevaron el primer premio.

La revelación de Fombona en Colloto no pasó desapercibida para los empresarios del ramo, y el noreñense fue fichado por la orquesta “Monte”, con la que empezó a cantar ya en la temporada siguiente. Unos pocos años y muchos conciertos después, Tino Fombona, ya convertido en estrella de las verbenas, pasó a la “Orquesta Langreana” y, tras unas prolíficas temporadas se integró en la “Parrysh”. Esos años, entre las décadas de los cincuenta y los sesenta del pasado siglo, marcaron, a decir del propio Fombona, el momento cumbre de su carrera: “Aquellos años entre la ‘Langreana’ y la ‘Parrysh’ fueron mis mejores años. Llegó un momento en que teníamos más de 130 actuaciones al año”, declaraba el cantante, a LA NUEVA ESPAÑA, en un reportaje de 2011.

Arriba, Tino Fombona, con el “Dúo Dinámico”, en el Parque del Piles (Gijón), en 1970. Sobre estas líneas, con su hijo, el recordado Chema Fombona, en 2008, en la presentación de su último disco. | Archivo de Enrique Medina / F. T.

Además de sus actuaciones con las orquestas, Tino Fombona era reclamado continuamente por salas de conciertos, que fiaban a su voz hermosa y constante el éxito del fin de semana. “El sábado por la tarde tocábamos en el Samoa de El Berrón, y por la noche en el Canary, en Oviedo; el domingo por la mañana íbamos al teatro Emperador de León, por la tarde actuábamos en la sala de exposiciones de Avilés y por la noche otra vez en el Canary”, precisaba Fombona.

En medio de esta vorágine, Tino Fombona aún tuvo tiempo a grabar su primer disco. Fue en 1969, cuando unió esfuerzos con el formidable Falo Moro (compositor de clásicos populares como “Campanines de mi aldea” y de los himnos del Real Oviedo y del Sporting) para componer un LP con cuatro temas. Era un momento de esplendor en su carrera, que en ese punto pudo haber virado hacia cotas más elevadas. Pero Fombona sacrificó el posible éxito en favor del bienestar de su familia. “Me ofrecieron un contrato para hacer una serie de galas en la cadena Meliá y un crucero por todo el mundo. Pero entonces estaba casado, con cinco hijos y tenía trabajo fijo. No era momento de experimentos”. Su trabajo era en la escuela de Luces (Colunga), donde ejercía de administrativo y profesor de contabilidad. Y en relación a sus hijos, pronto nacería el sexto, precisamente ese año de 1969 en el que Fombona grabó su disco con Falo Moro: se trataba del añorado Chema Fombona, uno de los mejores percusionistas que ha dado Asturias.

Tino Fombona, con su hijo, el recordado Chema Fombona, en la presentación de un disco. F. T.

Con su vida profesional ya orientada hacia la administración y la docencia, Tino Fombona aparcó los sueños de convertirse en una gran estrella y dejó la canción para los fines de semana y los períodos estivales. Nunca se arrepintió, ni permitió que esta condición semiprofesional fuese en detrimento de su calidad como cantante.

La escena asturiana tampoco le dejó irse con facilidad. En las décadas siguientes, diversas orquestas reclamaron su concurso por su bien ganada fama de artista sólido y fiable, de cantante bueno. Era “la voz de tergal, la que nunca se arruga”, y eso valía un Potosí cuando se trataba de actuar en salas y verbenas no siempre bien acondicionadas, con el público a dos metros y, muchas veces, a merced de los elementos. “Gran Canaria”, “Los Clásicos”, “Los Solistas” y “Mover’s” disfrutaron en esos años del gran artista, hasta que el propio Tino Fombona decidió crear su propia orquesta, “Krystal”, que pronto se convirtió en un atractivo de primer orden para el público del norte de España.

Ya en 2008, Tino Fombona comenzó a apartarse de los escenarios. Ese año sacó el disco “Canciones de toda una vida”, que servía de epílogo para su carrera, y que fue producido y arreglado por su hijo Chema. En aquel disco, Tino Fombona demostraba su versatilidad, brillando igual al interpretar los boleros de José Alfredo Jiménez que al versionar a Sinatra con “My Way” y “Extraños en la noche”. Además, Fombona y su hijo recuperaron tres temas de Falo Moro, incluyendo “Lastres”, con el que celebraban su vínculo con el concejo de Colunga.

En septiembre de 2010, Tino Fombona anunció su retirada de los escenarios. Pero nunca ha dejado la música. A sus noventa años, continúa cantando en el coro San Roque, de Lastres, convencido de que la garganta es “un músculo que no se debe dejar de entrenar nunca”. Sigue tan en forma que, recientemente, sus nietos le apuntaron para que acudiese al popular programa “La Voz”, que de inmediato le hizo un hueco entre sus participantes. Pero Tino Fombona rehusó la proposición, como lo hizo medio siglo antes, cuando rechazó el contrato con la cadena Meliá. Para “la voz de tergal”, el éxito nunca se midió en términos de exposición mediática, sino en el reconocimiento de ese público animoso y agradecido que le seguía desde la platea o al pie de un escenario de verbena. De esas miradas brillantes que, a no más de dos metros, le tributaban su admiración.

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